jueves, 29 de febrero de 2024

La Peña, sus carnestolendas y una fecha, el 29 de febrero


 Por Julio Ricardo Castaño Rueda                           Sociedad Mariológica Colombiana

 *

 “Este es el día que hizo el Señor; alegrémonos y regocijémonos en él”. (Sl 118,24)

 

La manifestación de Nuestra Señora de la Peña fue ligada por los campesinos santafereños a los carnavales del domingo de quincuagésima. Los labriegos lograron elevar la festividad a un esplendor místico y a una condena feroz en el patíbulo de las cambiantes modas de la aristocrática sociedad mestiza.                                                                                             

Sobre ese tema, tan olvidado por los estudios de la antropología teológica, se injertó una duda vestida de cuestionamiento. La pregunta estableció un interrogante curioso: en los 339 años de la advocación bogotana (1685-2024) ¿cuántos 29 de febrero coincidieron con el inicio de las carnestolendas?

La contestación breve sería: cuatro. Sin embargo, la demanda requiere una aclaración: ¿cuáles?

La respuesta extensa necesita una revisión de los calendarios para establecer que cada siglo tiene 24 años bisiestos. A la advocación de la Virgen de la Peña le correspondió el siglo XVII y en esa centuria sólo uno generó el jolgorio en la cima de un cerro escabroso, el de 1688 y su dominical 29 de febrero.

El segundo ocurrió 68 años después en 1756, el tercero en 1824 y el último coincidió con los estertores folclóricos de aquellas comparsas señaladas de portar los vicios del vino de maíz y los crímenes de las faldas enamoradas, era el año de 1976 cuando las carnestolendas de la Peña entraron a formar parte del museo de los olvidos.

 

  * Las rutas de las mascaradas pasaban por las chicherías del barrio La Peña. Foto: Julio Ricardo Castaño Rueda / Archivo SMC.

 

sábado, 24 de febrero de 2024

La petición de Nuestra Señora


Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

“Sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas” (Sl. 147, 3)

Las revelaciones marianas en Lourdes modificaron la historia del asombro. La fascinación de aquel prodigio atrajo a multitudes de pecadores que llegaron a hasta la fuente de aguas milagrosas para curar los males del cuerpo y los vacíos del alma.

El fenómeno de las enfermedades sanadas se injertó en la conducta social de un siglo reacio a practicar los mandamientos de ley de Dios. Motivo por el cual, el 24 de febrero de 1858, la Madre del Verbo habló por la boca de Bernarda, una pastorcita que aún no sabía quién era esa Señora, la de una hermosura deslumbrante. La Dama le ordenaba desde un nicho labrado por la naturaleza en la gruta de Massabielle, Roca Vieja.

La mujer tenía: “…Los vestidos de una tela desconocida, y tejidos sin duda en el taller misterioso en donde se viste el lirio de los valles, eran blancos como la inmaculada nieve de las montañas, y más preciosos en su sencillez que los deslumbradores vestidos de Salomón en su gloria. El traje le arrastraba, pero tenía castos pliegues que dejaban ver los pies, que descansaban sobre la roca y hollaban ligeramente la rama del rosal. Sobre cada uno ellos, de virginal desnudez, se abría la mística rosa de color de oro…” Escribió Henrique Lasserre en su libro Nuestra Señora de Lourdes, 1868.

La comunicación imperativa de María Santísima fue: “¡Penitencia!, “¡Penitencia!, ¡Penitencia!”. Y su acento de Cuaresma, 166 años después, sigue vigente, pero sobre ese sacramento de reconciliación los vendedores de cataclismos guardan un mutismo sordo porque son los pescadores de la falacia.

 

jueves, 15 de febrero de 2024

¡Oh bienaventurada Bernardita!

Acuérdate que la Virgen

te dijo en la Gruta:


"Ruega por los pecadores",                                                                 

Para que se conviertan

y hagan penitencia.

 Ruega por mí, pecador,

para que Dios perdone mis pecados.

Ruega por mí a María Inmaculada,

pues confío en que te concederá

cuanto la pidas,                                                                                                                                                                             

Porque fuiste su confidente

en la Gruta de Lourdes.                                                                    

Así como Ella te prometió

"hacerte feliz en el otro mundo",

te concederá que hagas felices

a los que devotamente acudan a ti.

 A ti, pues, acudo humildemente,

suplicándote no me dejes

ni me abandones

hasta verme contigo en el cielo.

 Amén.

 




                                                                                                                                                 




                                                                                                   f

jueves, 8 de febrero de 2024

"La Señora me habló"


Por Bernarda Soubirous

Carta al padre Gondrand, año 1861.*

Cierto día fui a la orilla del río Gave a recoger leña con otras dos niñas. En seguida oí como un ruido. Miré a la pradera; pero los árboles no se movían. Alcé entonces la cabeza hacia la gruta y vi a una mujer vestida de blanco, con un cinturón azul celeste y sobre cada uno de sus pies una rosa amarilla, del mismo color que las cuentas de su rosario.

Creyendo engañarme, me restregué los ojos. Metí la mano en el bolsillo para buscar mi rosario. Quise hacer la señal de la cruz, pero fui incapaz de llevar la mano a la frente. Cuando la Señora hizo la señal de la cruz, lo intenté yo también y, aunque me temblaba la mano, conseguí hacerla. Comencé a rezar el rosario, mientras la Señora iba desgranando sus cuentas, aunque sin despegar los labios. Al acabar el rosario, la visión se desvaneció.

Pregunté entonces a las dos niñas si habían visto algo. Ellas lo negaron y me preguntaron si es que tenía que hacerles algún descubrimiento. Les dije que había visto a una mujer vestida de blanco, pero que no sabía de quién se trataba. Les pedí que no lo contaran. Ellas me recomendaron que no volviese más por allí, a lo que me opuse. El Domingo volví, pues sentía internamente que me impulsaban...

Aquella Señora no me habló hasta la tercera vez, y me preguntó si querría ir durante quince días. Le dije que sí, y ella añadió que debía avisar a los sacerdotes para que edificaran allí una capilla. Luego me ordenó que bebiera de la fuente. Como no veía ninguna fuente, me fui hacia el río Gave, pero ella me indicó que no hablaba de ese río, y señaló con el dedo la fuente. Me acerqué, y no había más que un poco de agua entre el barro. Metí la mano, y apenas podía sacar nada, por lo que comencé a escarbar y al final pude sacar algo de agua; por tres veces la arrojé y a la cuarta pude beber. Después desapareció la visión y yo me marché.

Volví a ir allí durante quince días. La Señora se me apareció como de costumbre, menos un Lunes y un Viernes. Siempre me decía que advirtiera a los sacerdotes que debían edificarle una capilla, me mandaba lavarme en la fuente y rogar por la conversión de los pecadores. Le pregunté varias veces quién era, a lo que me respondía con una leve sonrisa. Por fin, levantando los brazos y los ojos al cielo, me dijo: «Yo soy la Inmaculada Concepción.»

En aquellos días me reveló también tres secretos, prohibiéndome absolutamente que los comunicase a nadie; lo que he cumplido fielmente hasta ahora.

* cf. A. Ravier, Les ècrits de sainte Bernadette Soubirous, París 1961, pp. 53-59


jueves, 1 de febrero de 2024

La Virgen de la Peña, vigencia del acervo religioso

   

 Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

Nuestra Señora de la Peña guarda, dentro de su pétrea escultura, las preces y las peticiones de sus hijos, los bogotanos cuidadores de un legado colonial.

Un pequeño contingente de promeseros acude a su templo para mantener viva una tradición  netamente santafereña. Práctica que se conserva junto a la montaña boscosa, en uno de los cerros orientales.

La relación íntima con un pasado señorial y glorioso por la misericordia de Dios dejó un legado histórico. La devoción por la Virgen Inmaculada tiene una misión específica. Sus fieles suelen subir a la loma para pedir por las necesidades de la ciudad capitalina.

Ese espacio de fe no se ha alterado desde aquel 10 de agosto de 1685 cuando su trono fue descubierto por el oribe del barrio de San Victorino, don Bernardino de León.

El testimonio de aquella usanza mostró su vigencia con una petición escrita en el facebook Santuario Nuestra Señora de la Peña (Virgen de la Peña), el pasado 26 de enero de 2024.

Participante anónimo consignó:

Invitamos a la ciudadanía mariana de Bogotá a retomar las antiguas costumbres de la penitencia, la confesión y comunión como ofrenda a nuestra Reyna y Alteza de Bogotá, Señora de La Peña, para que libere a Bogotá de las plagas físicas y espirituales que la están asechando y la tiene sometida. Y proclamemos su reinado en la ciudad. Santísima Virgen de La Peña, rogad por Bogotá”.