jueves, 25 de enero de 2018

La calle 14, interrumpida por un milagro


Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

El diseño urbanístico de Villa de Leiva tiene incrustado entre su empedrado el testimonio de un prodigio. El portento interpuso un santuario sobre la senda asombrada del peregrino decimonónico.

La maravilla tiene tres momentos definidos en la memoria de los hechos y los tiempos: El primero fue la renovación del deteriorado lienzo donde se plasmó la imagen de la Virgen de Chiquinquirá. El fenómeno se desarrolló entre el 27 de diciembre de 1836 y el 5 de enero de 1837.

El segundo lo realizó el reconocimiento institucional del pueblo villaleivano y la jerarquía eclesial en una época de gobiernos anticlericales.

La calle 14  fue interrumpida por un templo
El tercero es la construcción del templo en el callejón porque no había espacio en el Claustro del Carmen para edificar un monumento digno del divino suceso.

La idea, utópica en su concepción de usurpar el espacio público, tuvo los contratiempos administrativos de rigor. Los funcionarios liberales hicieron brillar el gen del estorbo en la aplicación de la ley contra los débiles. La razón expuesta era que la calle 14 pertenecía al municipio y no se podía privatizar para beneficio del culto católico.

Los viandantes resolvieron el inconveniente. El pueblo campesino, acostumbrado al sacro-oficio, decidió apropiarse de lo suyo con la fuerza de la identidad y modificó para siempre el trazado castellano en la parte oriental del Valle de Sanquecipa.


La priora, María Josefa del Carmen, y el maestro alarife Ciriaco Chávez firmaron el acuerdo laboral para la cimentación del inmueble, después de sortear mil dificultades. La obra callejera quedó contratada el 22 de junio de 1847. Ese día, los restos humeantes de la Guerra de los Conventos o de los Supremos (1839-1842) aún hablaban de miseria en la patria de los liberticidas. Los libertadores, de pata al suelo, trajeron grande rocas, donaciones de dinero, útiles de labranza y una cuota extraordinaria de sudor y coraje para elevar sobre la vía la certeza de una certificación. El 30 de diciembre de 1850, Mamá Linda Renovada tenía su morada.

Imposible no verla, pero fácil cambiarle el nombre por el entorno carmelitano. Al Occidente la puerta principal por donde ingresan los curas carmelitas a oficiar la santa misa. Al Oriente, la sacristía. Al Norte  las carmelitas descalzas y al sur la Plazuela del Carmen. Son ellas las fronteras institucionales del Carmelo mariano.

Sin embargo, la Historia reclama, con la humildad de la documentación, que la edificación fue erigida y bautizada por los  frailes dominicos. Se trata de la Iglesia de Nuestra Señora de Chiquinquirá anexa al Monasterio del Carmen. Esa pieza, construida sobre la calle 14, custodia a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Mamá Linda Renovada, Patrona de Villa de Leiva (1844).

El templo es chiquinquireño por devoción, esencia y testimonio de las monjas carmelitas descalzas, desde los cimientos hasta la espadaña. Se edificó bajo el empuje económico de la Orden de Predicadores y la dirección de fray José Joaquín Páez Murcia, el capellán dominico de las monjas de clausura.

¿Y entonces dónde está la capilla del Carmen?, pues dentro del convento adherida a la casa de la Virgen de Chiquinquirá. A la entrada, a mano izquierda, se unen los dos templos en el vértice de la devoción católica: María Santísima, la Madre de Dios.


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