jueves, 6 de julio de 2023

Su nombre era María (-Lc. 1, 27d-).

 Profesor Julián Orozco.

 Si bien es cierto que conocemos -como católicos y los hermanos protestantes- a la Madre del Señor bajo el nombre de María; cabe preguntarse por qué dicho evangelista -Lucas- le describe con el verbo pretérito -era- que va indicando que fue, es decir ¿ya no es? O ¿ya no se le puede nombrar así?

Ante tal composición gramatical y estructural del acercamiento de dicho escritor sagrado a la realidad acaecida en Nazaret y que fue suministrada a él, de acuerdo a los hechos narrados por la misma Madre del Señor -Lc 1, 1ss-, hallamos cierta desviación del objeto y cierta contextualización del sujeto dentro de la acción judía, para una mejor comprensión de lo que Yavé quería trasmitir. El objeto es el ambiente en que se hallaba aquella Mujer -la Madre del Señor-, y el sujeto es Ella misma -Evangelio de Bartolomé XX-. Podemos hablar de una desviación -objeto- ya que el lugar expuesto es una aldea y dentro de la misma, una sencilla casa con un receptáculo, en donde habitaba una familia; esta familia tenía algo muy particular, no era como las otras, dedicada a múltiples oficios que si bien desarrollaban con perfección, la mayor perfección era el trabajo que se realizaba para la gloria de Yavé -la oración-, y como fruto de este trabajo para la gloria de Yavé se llevaban a cabo las demás tareas encomendadas -aseo de la casa, tejer, cuidar las ovejas, lavar la ropa, etc-. De aquí que se pueda entender la desviación del objeto -ambiente-, puesto que no era un palacio, ni una hacienda, ni un castillo; una sencilla casa de una aldea.

 

Ahora bien, la contextualización del sujeto es donde se debe hacer hincapié, ya que, pese a que el objeto no es un castillo, ni un palacio, ni una hacienda, ni nada lujoso, si es el sujeto en sí misma, representa la perfección de Yavé en sí mismo y en Ella misma. De esta forma el enviado de Yavé -Gabriel-, quien en su estructura nominativa -hebraica- está demostrando la fuerza venida de Dios, una fuerza que trasforma y una fuerza que libera, actúa determinativamente en Ella misma -sujeto- trasformada y liberada desde toda la eternidad, es decir reconoce la Omnipotencia de Yavé -el ángel- en Ella.

 

La fuerza -Omnipotencia- trasformadora de Yavé actúa en Ella -el sujeto-, con el único fin de trasformar todo lo creado, de llevarlo de bueno a perfecto -Gn 1, 31-. En el relato del autor sagrado -Lucas- vamos encontrando -texto original- elementos valiosos que nos permiten esclarecer la dinámica perfecta de Yavé, tan así es la dinámica -de Yavé-, que enuncia el nombre del sujeto -María- pero que a su vez es toda la gracia de Yavé, en otras palabras; es todo Yavé contenido en Ella.

 

De lo anteriormente expresado, se vislumbra la acción del sujeto -María- trasformada por la misma acción de Yavé -Dios-, pareciese como si fuesen dos acciones conjugadas en una sola, que en un primer momento la acción de Yavé se une en totalidad a la acción del sujeto -María-; el evangelista accede a este gran misterio donde se funden dos acciones -dos voluntades-, tanto la divina como la humana, centrándose el mismo autor sagrado -Lucas- en la voluntad humana que refleja la voluntad divina. En 1, 28e Lucas demuestra lo que Yavé -Dios- es con aquella que fue (era) -Lc. 1, 27d-, pero que siempre es en un eterno presente con Dios.

 

De este modo la interacción directa entre el ángel y el sujeto -María-, en conformidad como está escrito desde la concepción de Lucas -como le fue contado-, revela algo sorprendente -maravilloso- que permite entender mejor lo que antes era y que ahora no, pero que siempre ha sido así sin ser lo que era, sino lo que es: María - κεχαριτωµένη (llena de gracia).

 

Es muy fácil remitirse a María, por ser el nombre de la Madre del Señor, pero es más difícil comprender quien es Ella -κεχαριτωµένη- para Dios. Desde épocas inmemoriales, el nombre de María se ha utilizado en por mayor para con las niñas de diversas culturas -Pseudo-Mateo XIII, I-, sin embargo, desde la cultura judía este nombre alcanzaba su máxima expresión en cuanto a la referencia que en sí mismo tenía; los progenitores esperaban que fuese -su hija- la Madre del Mesías. En un sentido lato significa la hija predilecta del padre.

 

Referirse a la Madre del Señor como Él -Dios- la entiende, queda inconclusa cualquier apreciación que se haga o se trate de ejercer buscando una explicación; como Dios lo expresa a través del angel -κεχαριτωµένη- es más que una totalidad -llena-, puede ser similar a contener lo incontenible o represar lo que se rebosa, que en sí misma está pero que a su vez sigue estando y continuamente se renueva, se rebosa pero se contiene; nada se sale de Ella. Todo lo que es Dios está en Ella y todo lo que es Ella es de Dios. Se puede observar según la gramática de Lucas, que Ella es la manifestación más sublime de la creación y que todo lo que ha sido creado tiene razón de ser en Yavé -Dios- desde la acción creadora en Ella, es el punto más alto, más perfecto de la creación.

 

En efecto, el nombre de María es y seguirá siendo usado por millones de católicos en el mundo, así como por los hermanos protestantes y toda persona que tenga referencia por la Madre del Señor; sin embargo, no se puede olvidar que María en su nominativo es así: María. Pero en el lenguaje divino es κεχαριτωµένη, donde rebosa toda la acción de Dios para con la humanidad -desde donde se nos comunican todas las gracias-; -XIX Oda de Salomón-.

 


 

 

2 comentarios: