San Maximiliano Mª Kolbe
(1894-1941)
franciscano, mártir
Conversaciones espirituales (Entretiens spirituels
inédits, Lethielleux, 1974), trad. sc©evangelizo.org
El corazón divino de Jesús, ardiente
de amor por nosotros, pecadores, nos da como Madre y protectora a su propia
Madre, la más graciosa, más amante, más santa entre los santos y los ángeles. A
ella no le puede rechazar nada, porque es su Madre, incomparablemente digna y
querida. Le ha dado un tan gran corazón que le es imposible no ver la más
pequeña lágrima sobre la tierra, no preocuparse por la salvación y
santificación de cada ser humano.
He aquí el puente dispuesto hacia el
sagrado corazón de Jesús. Si alguien ha caído en el pecado, ha sido atrapado
por el vicio o despreciado las gracias de Dios, no sigue los buenos ejemplos,
no presta más atención a las inspiraciones salvíficas para devenir digno de
nuevas gracias, ¿debe desesperar? ¡Jamás! Ya que Dios le dio una Madre. Madre
que con corazón tierno, vela sobre cada uno de sus actos, de sus palabras y
pensamientos. Ella no mira si es digno de la gracia de la compasión. Como ella
es esencialmente Madre de Misericordia, aunque no la llamen, ella se apura a ir
donde hay más miseria en las almas.
En las dificultades, las tinieblas,
las enfermedades, el desánimo, recordemos que el Cielo se aproxima, cada día
está más cerca. ¡Ánimo! Ella nos espera allá para estrecharnos contra su
corazón. Es nuestra Madre más tierna, ahora y siempre, en la vida, la muerte y
la Eternidad. ¡Recordemos esta verdad!
Que el inmaculado corazón de la Santísima Virgen, siempre nos proteja.
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