Por Julio Ricardo
Castaño Rueda
Sociedad Mariológica
Colombiana
. «¡Así pues, está Dios en este lugar y yo no lo sabía!» (Gn. 28, 16)
Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá culminó su peregrinación (María
en el corazón de Colombia) en la Villa de la Sal acompañada de sus guardianes,
los frailes dominicos, el pasado 23 de septiembre.
La muchedumbre se aglomeró infinita al paso de la Rosa del Cielo que estrenó
el papamóvil de su Santidad Francisco en su regreso a la capital salinera.
El veredicto del gentío fue abundante en las manifestaciones de un amor
agradecido. Eucaristías en los templos parroquiales, banderas de colores,
pólvora, altares, flores, lluvia de pétalos y en ese vórtice de homenajes la
manifestación estalló gigante en el triduo del promesero: alegría delirante, súplica humilde y llanto
delicado.
La multitud imploraba, entre las filas interminables, un instante frente al
lienzo, réplica del original. La aglomeración densa buscó con furor el contacto
contra el cristal protector del cuadro. Rozar el testimonio de un milagro
interminable movía el interior de las almas en un secreto de voluntades. El
misterio de María Medianera se desbordó con su torrente de gracias. El tropel,
que asediaba al séquito, recordó las palabras de Jacob: “Esto no es otra cosa
sino la casa de Dios y la puerta del cielo” (Gn. 28, 17).
El paroxismo místico de la concurrencia llegó a su cumbre con al acto de
palpar el marco de la pintura. Así, María de Chiquinquirá guardaba a sus hijos
en el Corazón de Jesús, el Redentor. ·La caravana se decía para sí: “Con sólo tocar su manto, me salvaré”. (Mt. 9, 21).
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