Benedicto XVI
A los participantes en el
XXIII Congreso Mariológico Internacional.
Patio del Palacio pontificio de Castelgandolfo.
Saturday 08 de September de 2012
[...] Hoy, queridos
hermanos y hermanas, la Iglesia exulta en la celebración litúrgica de la
Natividad de la santísima Virgen María, la Toda Santa, aurora de nuestra
salvación.
El sentido de esta fiesta
mariana nos lo recuerda san Andrés de Creta, que vivió entre los siglos VII y
VIII, en su famosa Homilía en la fiesta de la
Natividad de María ,en la que el evento se presenta como una
tesela preciosa de ese extraordinario mosaico que es el designio divino de
salvación de la humanidad: «El misterio del Dios que se hace hombre y la
divinización del hombre asumido por el Verbo representan la suma de los bienes
que Cristo nos ha regalado, la revelación del plan divino y la derrota de toda
presuntuosa autosuficiencia humana. La venida de Dios entre los hombres, como
luz esplendorosa y realidad divina clara y visible, es el don grande y
maravilloso de la salvación que se nos concede. La celebración de hoy honra la
Natividad de la Madre de Dios. Pero el verdadero significado y el fin de este
evento es la encarnación del Verbo. De hecho, María nace, es amamantada y
educada para ser la Madre del Rey de los siglos, de Dios» (Discurso I: pg 97, 806-807). Este importante y
antiguo testimonio nos introduce en el corazón de la temática sobre la que
reflexionáis y que el concilio Vaticano II ya quiso subrayar en el título del
capítulo VIII de la constitución dogmática Lumen gentium sobre la Iglesia: «La
bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la
Iglesia». Se trata del « nexus mysteriorum »,
de la íntima conexión entre los misterios de la fe cristiana, que el Concilio
indicó como horizonte para comprender los distintos elementos y las diversas
afirmaciones del patrimonio de la fe católica.
[...] María, de la que se
subraya ante todo la fe, se comprende en el misterio de amor y comunión de la
Santísima Trinidad; su cooperación al plan divino de la salvación y a la única
mediación de Cristo está claramente afirmada y puesta debidamente de relieve,
presentándola así como un modelo y un punto de referencia para la Iglesia, que
en ella se reconoce a sí misma, su propia vocación y misión. Por último, la piedad
popular, desde siempre dirigida a María, se apoya en referencias bíblicas y
patrísticas. Ciertamente, el texto conciliar no trató exhaustivamente todas las
problemáticas relativas a la figura de la Madre de Dios, pero constituye el
horizonte hermenéutico esencial para cualquier reflexión ulterior, tanto de
carácter teológico como de carácter más propiamente espiritual y pastoral.
Representa, además, un valioso punto de equilibrio, siempre necesario, entre la
racionalidad teológica y la afectividad creyente. La singular figura de la
Madre de Dios se debe ver y profundizar desde perspectivas diversas y
complementarias: aunque sigue siendo siempre válida y necesaria la via veritatis ,se deben recorrer también la via pulchritudinis y la via amoris para descubrir y contemplar aún más
profundamente la fe cristalina y sólida de María, su amor a Dios y su esperanza
inquebrantable. Por eso, en la Exhortación apostólica Verbum Domini dirigí una invitación a
proseguir en la línea marcada por el Concilio (cf. n. 27), invitación que os
dirijo cordialmente a vosotros, queridos amigos y estudiosos. Ofreced vuestra
competente aportación de reflexión y propuesta pastoral, para hacer que el
inminente Año de la fe constituya para
todos los creyentes en Cristo un verdadero momento de gracia, en el que la fe
de María nos preceda y nos acompañe como faro luminoso y como modelo de
plenitud y madurez cristiana al cual mirar con confianza y del cual sacar
entusiasmo y alegría para vivir cada vez con mayor compromiso y coherencia
nuestra vocación de hijos de Dios, hermanos en Cristo y miembros vivos de su
Cuerpo que es la Iglesia.
A la protección maternal de
María os encomiendo a todos vosotros y vuestro esfuerzo de investigación, y os
imparto una especial bendición apostólica. Gracias.
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