martes, 12 de septiembre de 2023

S. Nominis Mariae


 Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

“La Virgen se llamaba María”. (Lc, 1, 27)

El encanto de los primeros arrullos del alma cristiana está precedido por una voz humilde: María.

Las madres les donan a sus críos, con ese vocablo hebreo, un tesoro de proporciones incalculables. La palabra, sagrada por su semántica histórica, cumple con la misión de llevar una alegría sobrenatural a la infancia.

El apelativo, “llena de gracia”, moldea en la conciencia del infante una conducta angelical. Y sobre ella se vierten las primeras oraciones de la familia que desgrana el santo rosario, la herramienta de la santidad. El vínculo indisoluble, entre las preces y la caridad, se transforma en una razón sublime de la existencia. Es un punto de referencia. La salida hacia una eternidad bienaventurada.

La Inmaculada con su salterio, apoyado sobre los pilares de los sacramentos, forma la cuna para su hijo adoptivo. Ella, con la dulzura de su onomástico, teje la singladura con rumbo al puerto de la salvación.

El niño pasa a la pubertad y el misterio se hace mayor en sus descubrimientos. La vida inocente pide a Dios el milagro de comprender las incógnitas del asombro.

Y sobre los primeros pasos de la adolescencia llega el fatigado trasegar del promesero agradecido. La herencia de sus mayores repite: “María de Chiquinquirá”. Ese es el toponímico de la patria.

Así, el nombre de María estalla en su sacralidad corredentora y les entrega a sus devotos la nacionalidad del cielo.

 

 

1 comentario:

  1. María de Chiqinquirá, gracias por las bendiciones recibidas, benditas las manos que escriben este espacio de dedicado a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.

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