jueves, 23 de noviembre de 2023

La Patrona, una historia para mil pueblos

 

 Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá conserva en Maracaibo (Venezuela) el gran centro cultural de la difusión de la mariología chiquinquireña, su basílica santuario.

Esa advocación, por obra del movimiento devocional del pueblo zuliano, ha sido reconocida por decenas de países donde las comunidades de maracaiberos celebran su tradicional fiesta, el 18 de noviembre. Desde Panamá hasta Qatar y desde Países Bajos hasta Chile la Sagrada Dama del Saladillo recibe el vasallaje de sus hijos.

Ese gesto de comunicación religiosa unido al festejo folclórico genera inmensos espacios editoriales en la prensa venezolana. Los directores de medios tienen las páginas abiertas para redactar sus prodigios, triunfo de su intercesión omnipotente.

El volumen informativo de los hechos, que honran a la Reina, a veces deja pasar ciertos gazapos. Esto obliga al llamado de atención porque la historia, de un plumazo, se trasforma en leyenda matizada de cuentería. El rumor de las circunstancias se acomoda a la prisa del cierre informativo.

Para la muestra, un encabezado:

El pasado 17 de noviembre, el periódico lanoticia.com tituló: “7 Curiosidades sobre la historia de ‘La Chinita’, Virgen del Rosario de Chiquinquirá”.

En el punto cinco consignó:

 “¿Colombia y Venezuela veneran a la misma Virgen de Chiquinquirá?

 Se cuenta que en el año 1750 en medio de una procesión a la virgen, había un sacerdote que reconoció la similitud con la advocación de la Chiquinquirá en Colombia. Esa es la razón por la que ambas llevan el mismo nombre”.

 La respuesta al cuestionamiento primario es un sí mayúsculo porque el misterio de la Virgen de Chiquinquirá comenzó el 26 de diciembre de 1586 en los aposentos de Catalina García de Irlos, viuda de encomendero Antonio de Santana.

La devoción partió del Nuevo Reino de Granada hacia las tierras de las provincias españolas de Maracaibo, Caracas, Cumaná y Guayana. En esas tierras la milagrosa imagen, plasmada en un tríptico, encontró a sus devotos. Los aborígenes de Aregue Viejo (Estado Lara, 1615), la reconocieron por su nombre original.

Noventa y cuatro años después se presentó el fenómeno de la renovación de una pintura de la Virgen neogranadina en La Ciudad del Sol Amado, 1709.

Para esa época la devoción de La Chinca ya estaba perfectamente documentada, reconocida e injertada en las costumbres sociales de las gentes venezolanas y de la América Hispana.

Los promeseros escribieron la crónica de la Rosa del Cielo. El relato ocupa varios estantes en las bibliotecas de los investigadores. Ellos cuidan ese legado celestial que llegó a las aguas del lago para escribir el secreto de un milagro.

Sobra, pues, el texto confuso de inventar un bulo que narra una falacia ocurrida en 1750. El sacerdote anónimo olvidó que el 7 de diciembre de 1732 Maracaibo inició la celebración de la Fiesta de la Aurora en honor de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, sin dudas ni similitudes.

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