Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
“Solo en la medida
en que el legionario posea la santidad, podrá servir de instrumento para
comunicarla a los demás”.
Manual. Cap. 8.1
La Legión de María es un taller de santos. Así
la creó Frank Duff, un laico tesonero, que encontró en El tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen un tesoro
al alcance del alma.
Él, inspirado en esa obra, fundó la Legión,
la profecía de san Luis de Montfort, el 7 de septiembre de 1921 en Dublín,
Irlanda.
Allí están puestas las esperanzas de la
Iglesia misionera. Y la misión, por mandato divino, es la santificación
personal. La palabra santidad, paradójicamente, pareciera albergar en su
semántica una utopía. La quimera, lejana e inalcanzable, habita en la
conciencia de los católicos. Si existe la duda metódica basta con preguntarle a
un feligrés si desea ser beato. La respuesta tiende a ser invariable: “Sí,
algún día. Quién sabe porque soy pecador”.
La disculpa se convierte en muletilla y la
coletilla en una conducta repetida y sin certidumbre. En ese estado dubitativo
es donde la virtud no puede iniciar su proceso de elevación hacia Dios.
Pareciera quedar enredada entre las múltiples angustias aprendidas de la cotidianidad
repleta de costumbres sin fe.
El remedio para esa parálisis, individual y
colectiva, de la sociedad posmoderna, es el ejército de María Santísima que
lucha, en orden de batalla, contra el mundo y sus fuerzas nefastas. Los
praesidia viven el apostolado de la mística cristiana.
Hoy esa escuela, en su centésimo primer
aniversario, marcha al ritmo glorioso del santo rosario para colmar el cielo de
legionarios justos.
El Santo Rosario medio eficaz para alcanzar la santidad.
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