jueves, 12 de noviembre de 2020

El romance de la santidad




Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

La historia de la plenitud de los tiempos la cambió María Santísima al responderle a Dios su estremecedor saludo. El Altísimo aguardaba galante una respuesta de amor para salvar al hombre y revindicar a sus ángeles. La criatura inmaculada permitió la concepción del Verbo.

El “fiat” de la Virgen extendió su humilde obediencia de mujer corredentora desde la anunciación hasta la cruz. La acción de la sierva fue adherida al primer testimonio de la resurrección.

La gloria del Redentor, levantado del sepulcro, es el perdón. Su voluntad es un idilio irrevocable entre el alma frágil y su Creador.  “…A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados…” (Juan 20, 23).

La senda feliz para llegar a esa absolución sacramental, ministerio sacerdotal y condición sine qua non, es María, la madre de Jesús. Ella está encargada de velar por la santa doctrina. Herencia genética de los méritos de su Hijo que le entregó el don de la maternidad eclesial.

La Iglesia, en su matrimonio con el Mesías, exige el traje nupcial de María. Es la prenda vital porque sin esa se repetirá la pregunta de la condenación: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?” (Mateo 22, 12).

La consagración total, oficio sagrado de la esperanza cristiana, requiere de comprender esa inmensidad constante de amar con el latido del Corazón de Jesús.

La respuesta para una santidad enamorada del bien, la verdad y la belleza sigue vigente en los labios de Nuestra Señora: Hágase en mí según tu palabra”. (Lucas 1, 38)”.

 


1 comentario:

  1. Gracias Madre por tu FIAT que nos abrió la puerta de la Redención! De tu mano bendita llegaremos a la Plenitud.

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