jueves, 4 de marzo de 2021

Las camareras de la Virgen de Chiquinquirá


 


Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

“Saludad a Trifena y a Trifosa, que se han fatigado en el Señor. Saludad a la amada Pérside, que trabajó mucho en el Señor”. (Rm 16,12).

 

La coronación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá dejó un legado de feliz agradecimiento entre sus devotos. El pueblo cristiano decidió convertir su gratitud en un monumento de fe.

La alegría nacional se tradujo en la promesa formal de edificar un templo votivo, como recuerdo de aquel 9 de julio de 1919, en que Colombia ciñó con corona de oro las sienes de su Patrona.

La semilla cayó en tierra de esperanzas y, el 21 julio de 1919, el obispo de Pamplona (Norte de Santander), Rafael Afanador, bendijo la primera piedra de la iglesia en el sitio de Marly.

El entusiasmo místico del festejo pronto fue opacado por la paupérrima economía estatal. La sociedad vivía aún del intento de cicatrizar las heridas decimonónicas, herencia cruel de sus libertadores y gamonales.

El peso de la obra quedó sobre los hombros de los frailes dominicos. Los buenos padres hicieron esfuerzos gigantes por comenzar la tarea encomendada a la nación católica pero sus manos, laceradas por el oficio constructor, requerían ayuda urgente. Los años pasaron y el proyecto estaba paralizado por falta de dinero. La crisis quedó consignada por la prensa capitalina con una frase digna de la dificultad: “El 12 de julio de 1925, día en que se bendijo la segunda primera piedra”.

 La Orden de Predicadores tuvo que asumir, con estoica responsabilidad apostólica, innumerables sacrificios anónimos que en su momento darían frutos.

Y justamente en ese vértice de la incertidumbre financiera, los laicos vinieron en ayuda de la comunidad y de la promesa de un país con una marcada tendencia histórica a olvidar su grandeza.

Las mujeres bogotanas dieron un ejemplo bien singular de apoyo a los dominicos. El 18 de mayo de 1930, ellas enviaron una carta al señor arzobispo primado, Ismael Perdomo, y a la Conferencia Episcopal Colombiana.

En el texto sobresale el nombre del grupo y su misión:

“…Siguiendo lo deseos del actual padre capellán y encargado de la obra hemos constituido la junta denominada Damas Cincuenta y Cuatro, al estilo de otros célebres santuarios, y en tal carácter, estamos dispuestas a trabajar en la obra del templo de María con todo entusiasmo y amor poniendo en juego nuestra devoción y fuerzas; pero necesitamos las bendiciones y el apoyo de vuestras señorías…” (Cf. El Nuevo Tiempo. 12 de junio de 1930. Pág. 4ª).

 

El nombre de la institución, “Damas Cincuenta y Cuatro”, es el resultado del número de sus primeras afiliadas. La pequeña comunidad, de señoras y señoritas, vivió un catolicismo de acción en el servicio al prójimo. Las féminas tesoneras ayudaron a edificar la casa del Señor que lleva el bellísimo y raizal nombre de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.

Y en un gesto de bogotano agradecimiento se rescataron sus nombres de una crónica urbana bastante olvidada.

1. Señora doña María de Jaramillo, presidenta.

2. Señorita Graciela Villa, vicepresidenta.

3. Señora Inés O. de Wickman, secretaria.

4. Señora Mercedes de Rodríguez Mejía, tesorera.

5. Señora Elvira Rivera de Calderón, subsecretaria.

Y señoras:

Elvira Barriga de Calderón, 6. Carolina Brigard de Londoño, 7. Paulina Borrero de Ramírez, 8. Josefina Ortiz de González, 9.  Paulina Vélez de Grillo, 10. María Teresa B. de Pieschacón, 11. Tulia Escallón de Caro, 12. Rosa de Skorny, 13. Sara Tribín de Sáenz, 14. Eloísa Botero de Isaza, 15. María Diago de Samper y 16. María Francisca Uribe de Hernández, vocales.

Socias, señoras:

Noemí Infantino de Vásquez, 17. María Antonia de Esguerra, 18. María Elena C. de Pinzón, 19. Lucila de Pardo, 20. Josefina Botero de Jaramillo, 21. Virginia Parra de Espinosa, 22. Inés Valderrama de Andrade, 23. Tulia Mejía de Jaramillo, 24. Catalina Ortiz, 25. Lilia Jaramillo, 26. Tulia González de Piñeros, 27. Pepita Pardo de Jaramillo, 28. Clotilde García de Ucrós, 29. Leonor Sáenz de Franco, 30.

Emma Baraya de Garavito, 31. Carmen Escallón de Cubillos, 32. Eva Trujillo de Quiñones, 33. Pepita Gómez de Isaza, 34. María Terán de Gutiérrez, 35. Elvira Ortiz de Maldonado, 36. Georgina González de González, 37. Julia S. de Villa, 38. Clemencia de la Torre, 39. Teresa Sáenz de Ortiz, 40.

Carmen Gutiérrez, 41. Emelina de Caicedo, 42. Blanca Tobar de Ángel, 43. Elvira Calderón de Marroquín, 44. Cecilia Salgar de Pardo, 45. Teresa Soto de Piñeres, 46. Lola Becerra de Hoyos, 47. Clara Osorio de Ortiz, 48. María Helena Leongómez de Saba, 49. Marialis París de De Francisco, 50.

María del Carmen Sáenz Tribín, 51. Barbarita Garzón, 52. Blanca de Tobón, 53. Ana Sáenz de Henao, 54. Pepita de la Cuadra Salgar.

1 comentario:

  1. Interesante relato que nos descubre las raíces de este bello santuario bogotano. Los frailes dominicos y las damas citadas están grabados en el corazón de nuestra amada Reina.

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