Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
La historia del
bello pueblo de Rionegro (Santander) fue rasgada por la mano criminal de un
demente. El sacrílego cercenó la pintura de Nuestra Señora del Rosario de
Chiquinquirá, la Peregrina, la noche del 20 de abril de 1913.
Un año más tarde,
la comunidad indignada gestó la Fiesta del Desagravio para reparar con amor el ignominioso
trauma. La ofrenda se convirtió en una tradición única en su género por su
profundo significado cristiano, mariano y raizal. Los rionegranos superaron el
centenario de su promesa con variados actos litúrgicos. Ellos bordaron en su
bandera el tejido del perdón con impecable cumplimiento de su palabra, herencia
de sus mayores.
La tarea, tan
bellamente ejecutada, muestra en el último lustro dos puntos para reflexionar con
mística serenidad. El primer ítem es el retiro del cuadro de la Patrona del
altar mayor de la Iglesia de la Inmaculada Concepción donde permaneció por más
de un siglo. La vital pieza fue colocada a la entrada de la nave del evangelio.
Contrasta este hecho singular con el templo de la Renovación en Chiquinquirá
(Boyacá). Esta capilla alberga con noble modestia el privilegio de lucir, sobre
el ara, la tela original, la acuchillada en aquel tiempo de fanatismo sectario.
El segundo trazo del olvido es la baja participación en las procesiones del Desagravio. La familia de Óscar Cristancho, la Legión de María y algunos devotos acompañaron al señor párroco en el desfile modelo 2022. Es urgente, entonces, devolver a la Virgen a su sagrado nicho porque “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre”. (Jn 19,25).
El desagravio deberá mantenerse siempre vigente porque el agravio fue muy cruel... Nuestra Madre bendiga a sus devotos.
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