miércoles, 8 de junio de 2022

El legado de santa Isabel


Encuentro con María Isabel por el desconocido maestro italiano del siglo XVI en el convento de los Frailes Menores de Dubrovnik . — Fotografía editorial de stock.


 

 

 

Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

“Jesús les respondió: ‘Estáis en un error, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios”. Mt 22, 29.

 

El catolicismo láit separa al creyente del evangelio de Cristo con una mezcla extraña de ritualismo y falacia.

Ese modelo, alejado de la docta doctrina eclesial, encontró un derrotero para permear las conciencias. Allí, en el trajín de la moda, se impone una condición contagiosa, equivocada y viciada de un sacrilegio soterrado.

La sutileza de la conducta inicia su acercamiento al alma ingenua con la infestación propia de una muletilla. “Mamita María” se convirtió en un código autorizado de emotividad social. La expresión se transformó en una clave, cuyos usuarios, son portadores de una realidad alternativa al mensaje bíblico.

La norma lingüística se basa en la nueva ley para comprender la voluntad de Dios sin pasar por el septiforme don del Espíritu Santo. La repetición del estribillo da acceso a la modificación de la avemaría con cambios radicales en la oración de la Anunciación, saludo de Dios a su predilecta. Las alteraciones tienen su libreto dramático con renglones de gritos, lágrimas, frases y aspavientos no adecuados para el santo rosario, síntesis del misterio contemplativo.

San Luis María de Montfort, en su obra el Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, consignó en el numeral 250: “…Esto es lo que la Santísima Virgen reveló al Beato Alano de la Rupe, como se lee en su libro De dignitate Rosarii y luego en Cartagena: “Sabe, hijo mío, y hazlo conocer a todos, que es señal probable y próxima de condenación eterna el tener aversión, tibieza y negligencia a la recitación de la salutación angélica, que trajo la salvación a todo el mundo”.

La sentencia monfortiana y diáfana es menospreciada por el comportamiento del rezandero, histérico arrebato. La aversión a la obediencia hace metástasis espiritual al enquistarse ladina en las asociaciones parroquiales donde la heterodoxia inocula su desacierto al amparo del disfraz, información secreta. En este estadio es fácil observar la ordenanza dictatorial. El mandato de la “mamita” es ejercido por una artimaña manipuladora. “Me puso en el corazón que hicieras esto y aquello. Ella te mandó la escarcha para protegerte de belcebú y la veladora consagrada para evitar embrujos” entre otro sartal de embustes.

María Virgen y el padre de la mentira son eternamente enemigos por incompatibilidad manifiesta entre la luz divina y la oscuridad abyecta. Escrito está: “Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje”. (Gn 3,15).

Sin embargo, decadencia sin tregua, la imagen de Santísima Virgen María es manipulada, cual emisora de profecías, a escondidas de las virtudes teologales. ¿Dónde comenzó ese caos, tan en boga en la absurda normalidad de la posmodernidad sin credo?

La respuesta está en la acción deliberada de omitir el pasaje de La Visitación.

“… sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? ...” (Lc 1. 41, 43).

Santa Isabel, guiada por el Espíritu Santo, redactó la segunda parte de la avemaría y saludó con un modo superior de profundo acatamiento a su prima: “Madre de mi Señor”. No hubo, no podía haber, formalismos, coloquialismos, delirios, apodos, charlatanería, ni comadreo. Isabel estaba plena de dicha ante la presencia santificante del Verbo encarnado por gracia del Altísimo ante la humildad de la mujer Inmaculada.

La declaración idolátrica, principio de la apostasía, “mamita María”, suele enceguecer con el vendaje del fanatismo religioso. Sus fines, de exploradora de apariciones, son la mensajería del maligno.

 “…Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos…” (Mt 24,11).

Pero, ¿cómo liberar al católico frívolo de su yerro nefasto si él está convencido de saber cuál es la quinta esencia de la cuarta parte del tercer secreto de Fátima?

Quizás sea bueno volver al libro del citado santo, doctor Montfort, que en el punto 90 redactó sobre las deformaciones del culto a María.

“…Presupuestas las cinco verdades anteriores, es preciso, ahora más que nunca, hacer una buena elección de la verdadera devoción a la Santísima Virgen. En efecto, hoy más que nunca, nos encontramos con falsas devociones que fácilmente podrían tomarse por verdaderas.

El demonio, como falso acuñador de moneda y engañador astuto y experimentado, ha embaucado y hecho caer a muchas almas por medio de falsas devociones a la Santísima Virgen, y cada día utiliza su experiencia diabólica para perder a muchas otras, entreteniéndolas y adormeciéndolas en el pecado so pretexto de algunas oraciones mal recitadas y de algunas prácticas exteriores inspiradas por él…”

El legado de Isabel fue el respeto. Ella acató, consideró y reverenció a la Madre de Jesús. La Virgen Purísima respondió en su Magnificat con un mandamiento vital para la veneración de su maternidad divina. “Me llamarán Bienaventurada todas las generaciones”. (Lc 1, 48).



2 comentarios:

  1. Sigamos con respeto las indicaciones de nuestra sana doctrina para honrar como es debido a nuestra Madre Santísima.

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  2. Que emoción saber Aún más de La Santísima vírgen María Mil gracias....

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