martes, 11 de diciembre de 2012

El pastorcito mentiroso

Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Miembro de Número de la Sociedad Mariológica Colombiana

El padre Alfonso Llano, S.J., en su columna titulada: “La infancia de Jesús”, publicada por el diario El Tiempo (11 24 2012), intentó, nuevamente, elevar la mentira al pedestal del escándalo cuando insistió en demostrar que Dios se equivocó al nacer de una Madre Virgen.

La aberración editorial, a la cual tiene derecho, no consiste en  ofender la moral nítida de los católicos ni su inteligencia superior. Lo molesto del asunto, motivo de una profunda vergüenza, es que exista un jesuita tan poco original. Él necesita anunciar sofismas tan conceptualmente desvencijados que fatigan por su hedentina perversa. El fenómeno de su calumnia es similar al vicio de los orates que escupen al sol porque les regala su luz edificante.

El ultraje no molesta a nadie porque produce el bostezo del hartazgo. Los impíos fueron los primeros en captar la tozudez del fenómeno mediático, manipulado para buscar ventas, y pidieron que el asunto se archivara bajo el peso de su propia diatriba biliosa.

La vaga sugestión intelectual, sonrojo vil de las mascaradas traidoras, hoy ni siquiera enardece los ánimos de los enemigos vitalicios del credo católico. Son más de dos milenios de infundio contra la Santísima Virgen María, Madre de Dios, y el buen padre se siente como el primer abanderado de esa cruzada acostumbrada a la tristeza temblorosa del Judas, apóstol sin misericordia.

El pecado del cura es la falta de autenticidad porque su tea oscura, dentro de una senda equivocada, no seduce a nadie. Su idolatría, por el estrépito de los conceptos sostenidos por las salivas ponzoñosas, sólo causa tedio.

Es sublime repetirle lo mismo al padre Llano: “su columna, generosa en quimeras, impresiones soberbias, ensayos de penumbra y fanatismo en floración está prohibida en mi familia de pecadores porque lo imprime su mentira”.

La severa indomabilidad del fraude conceptual, con su profundo disfraz disociador, regresó para confesar la apostasía. La  violación íntima al Dogma de la Inmaculada Concepción por un sacerdote se convierte en un oficio de laberintos y tremendos rincones donde la trasparencia de su ceguera se vuelve opaca.

La marcada huella tenebrosa de su pensamiento, abandonada por la Historia, reclama un escenario neutral para que su postura sea deslumbrada por la elemental lógica de la realidad.

El reto es pasar las ideas sugestivas de la emoción, engañada bajo la autoridad del ministro, por el tamiz de una lógica simple.

Si las tesis incendiarias del padre Llano, S.J., tuvieran un exuberante átomo de mínima verdad la Santa Sede habría cerrado las puertas de la iglesia de San Pedro en el Estado Vaticano. La  Congregación para la Doctrina de la Fe y los sabuesos de Dios habrían quemado los Santos Evangelios con feroz sevicia medieval. El Código da Vinci sería el manual de instrucción de la nueva humanidad sin el amor del Omnipotente.

En síntesis, la Biblioteca Mariana de la Peña lo aguarda con más de 4.000 volúmenes repletos de razones para recordarle que: “…Pues el Señor mismo les va a dar una señal: La Virgen está en encinta y va a tener un hijo al que pondrá por nombre Emmanuel…”  Isaías 7,14., profecía que se cumple en el saludo mesiánico “… ¡Salve, llena de gracia! El señor es contigo…” Lucas 1:26,28

Pero olvidada que usted, padre Llano, está por encima de la palabra de Dios porque las citas del Evangelio se las tragó un pastorcito mentiroso mientras predicaba el conjuro de sus herejías.

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