jueves, 11 de febrero de 2016

El agua de Lourdes sigue manando como símbolo de las innumerables gracias de María



            Mensaje del Sumo Pontífice a los peregrinos de Lourdes en el Centenario de la última aparición de la Inmaculada — Texto francés en L'Osservatore Romano del 17 de julio 1958.

El 16 de julio, festividad de la Virgen del Carmen, se cumplió el centenario de la decimoctava y última aparición de la Inmaculada en Lourdes. El Papa dirigió el siguiente mensaje a las multitudes de fieles llegados a Lourdes para celebrar esa fecha:

            En la fiesta de Nuestra Señora del Monte Carmelo, los peregrinos de Lourdes, entre los cuales queremos saludar en primer lugar a los representantes de la Orden del Carmen, se aprestan a conmemorar el centenario de la decimoctava y última aparición de la Virgen Inmaculada a Bernardita. Sobre los mismos lugares evocarán con emoción la escena enteramente sencilla que tuvo lugar en las riberas del Gave. Silenciosa y discreta, como la del 11 de febrero, esta última visión inundó el alma de la niña con su inmaterial belleza. ¡Nunca, diría ella, he visto algo tan bello!... Desde hacía cinco meses las manifestaciones de piedad de la muchedumbre, y también, por desgracia, la oposición de los hombres, habían hecho célebre la gruta pirinaica. Y, sin embargo, en la tarde del 16 de julio de 1858 las apariciones de Lourdes se cierran casi sin testigos, en el recogimiento y admiración de la belleza virginal de la Madre de Dios. “Tota pulchra es, María”.

            Sabed también vosotros hacer el silencio en vuestras almas, queridos hijos, y abriros a la contemplación de los esplendores divinos que se realizaron en María. La exhortación paternal que os dirigimos en este día aniversario ¿no reúne acaso la lección espiritual de la antigua y venerable tradición del Carmelo, que vio florecer a lo largo de los tiempos admirables vocaciones contemplativas? En este siglo, agitado por tantas pasiones y fascinado por tantos vanos milagros, elevad hacia Dios vuestras miradas: se harán así más clarividentes y serenas para juzgar de las cosas de la tierra. Y mientras que una dura esclavitud oprime el espíritu de millones de hombres, les arranca del corazón el conocimiento y el amor de Dios y los pone al servicio de ambiciones puramente terrenas, recoged con fe la última enseñanza de estas apariciones marianas, la de la plegaria silenciosa de un alma dócil a la gracia e iluminada por las claridades de lo alto.

            Orad, ante todo, queridos hijos, porque las necesidades espirituales son muy grandes; y combatid, en vosotros y en torno vuestro, las empresas del enemigo del bien. Orad también, porque los trabajos apostólicos de la Iglesia son inmensos; y soportad por ella los sacrificios proporcionados a la amplitud de sus tareas. ¡Que en este esfuerzo de plegaria y de acción, al que os invitamos, os sea propicia Nuestra Señora de Lourdes!

            Sin duda, la Inmaculada no se manifiesta ya en la Roca de Massabielle después de su último adiós a Bernardita. Pero el agua de la fuente continúa manando como símbolo de las gracias innumerables derramadas sobre esa tierra privilegiada. Hacia la Madre de Dios se eleva la esperanza de las muchedumbres que van llegando a la gruta y que suman, por decirlo así, a las invocaciones litúrgicas de este 16 de julio su oración filial y confiada: “¡Oh Virgen Madre, acordaos de nosotros ante Dios; habladle intercediendo por nuestro bien, y apartad de nosotros su cólera!... Reina nobilísima del mundo, María siempre virgen, alcánzanos la paz y la salvación...” (Antífonas del ofertorio y de la comunión, misa de Nuestra Señora del Monte Carmelo).
            Unid vuestras voces, queridos hijos, peregrinos del año jubilar, a esta súplica colectiva que no cesa desde hace un siglo. Meditad de nuevo en la gran lección de las apariciones de Lourdes, en el momento en que acabáis de recorrer su ciclo; escuchad el llamamiento de vuestra Madre; seguid sus consejos; proclamad sus favores.

            Nos invocamos sobre todos vosotros la gracia de una piedad mariana cada vez más ilustrada y más generosa, y os otorgamos en prenda nuestra paternal bendición apostólica.

Del Vaticano, 2 de julio de 1958. Pío PP. XII

Tomado de la Revista Regina Mundi núm 7.



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