miércoles, 7 de junio de 2017

La cátedra de María Ramos



Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

La Ciudad Promesa descansa los lunes de los apretujones de la romería. Un sosiego cálido invade sus calles y el ritmo laboral, sin el empuje de las muchedumbres, retorna a la tranquilidad boyacense.

El centro histórico no se inquietó por el invernal mayo de 2017 y dejó pasar la fiesta de San Isidro Labrador a cuya intercesión se ora: “quita el agua y pon el sol”. El pedido fue escuchado y solucionado a criterio del cielo: mañana soleada y lluvia en la tarde.

El astro rey acompañó a la caminata de maestros. El carril de la vía de ingreso quedó atorado desde el estadio Primero de Septiembre hasta una cuadra adelante. No se supo si la manifestación era parte del paro de docentes o festejo por su día. La ironía de la circunstancia no impidió que el vehículo de la Flota Reina evadiera el tumulto y llevara a los peregrinos a la terminal.

Allí inició la marcha en miniatura porque se visitó a la Señorita de Colombia en el centro de culto que recibe a los viajeros. El resto del trayecto fue a pie. Se avanzó con prisa alegre, que compartió churros calientes y disfrutó del olor a mercado campesino. Los pasos cruzaron el umbral de la Capilla de la Renovación, el sitio donde se bautizó a la Madre de Dios con el bendito nombre de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.

El sagrado recinto albergaba al señor Marco Suárez que aguardaba a unas educadoras. A ellas les dictaría una charla sobre la historia de la Patrona teniendo como aula el Pozo de la Virgen. Sobre la actividad docente Suárez explicó: “En el encuentro diario entre María Ramos y el lienzo hay una relación de amor muy importante que destacar. La describo a través de la frase: ‘cuando se pide algo con amor, la respuesta es mayor al deseo de quien pide’. Quisiera explicar la palabra mayor. Probablemente María Ramos no llegó a imaginar los acontecimientos que se desencadenarían como consecuencia del milagro.  (Ella en su vida de sufrimiento lo que buscaba era un consuelo, puesto que en una parte de la oración le decía a María Santísima: “Llene de gustos y alegrías mi alma”. Se nota el dolor que cargaba María Ramos y la esperanza que había puesto en María Santísima).

Gracias, María Ramos por tu oración cargada de amor, puesto que a través de ella el cielo te escuchó y nos ha favorecido a muchos. Las gotas de agua borraron el lienzo, pero las gotas de las lágrimas de María Ramos lograron la renovación”.

El asunto de la enseñanza resultó ejemplarizante. Las pedagogas no fueron a la manifestación pedestre porque querían aprender algo de la mariología chiquinquireña.

Es la ventaja del día ordinario donde nada es común porque los promeseros, que llegan a cuentas gotas, disfrutan a su antojo de la basílica. Ellos tienen la casa del Señor a disposición de la inmensidad de la calma. El diálogo íntimo del alma se escucha a los pies de la Virgen. El templo mariano acoge la sencillez de los devotos cuando escuchan el latido del Corazón de Jesús en el seno de María.

El Santísimo amó al romero sin el gentío arremolinado ante un teléfono para la fotografía de espaldas a la custodia.  La delicada quietud fue interrumpida por una religiosa que vendía camándulas a seis mil pesos la unidad. La monjita entonó sus súplicas de perdón por el desliz. El impasse se solucionó con ofrendar un suspiro y desgranar un rosario a solas con la totalidad del Altísimo, merced celeste que sigue vigente.

Sí, Chiquinquirá guarda con celo la voz de la esclava del Señor: “Hágase en mí tu voluntad” que se escucha en el misterio silente del altar de la Patria. Lugar donde María Ramos abrió una escuela de santidad mariana.




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