sábado, 14 de abril de 2018

El dogma del agradecimiento, María Corredentora




Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad  Mariológica Colombiana

 “Ofrece a tu hijo, Virgen sacrosanta, y presenta el fruto de tu vientre al Señor. Para nuestra reconciliación con todo, ofrece la Víctima celestial agradable a Dios”. (San Bernardo. Serm. 3 en Purif., 2: PL 183, 370).

La humanidad tiene una deuda de gratitud con la Madre de Dios, María Santísima, porque en la Anunciación pronunció el hágase que permitió la encarnación del Verbo.

Su fiat acató la voluntad del Altísimo para que el imperativo divino se expresara desde Belén hasta la institución de la Eucaristía. Desde la cruz hasta la resurrección. Desde la ascensión hasta Pentecostés.

¿No basta ese testimonio, ofrenda del testamento de la esclava del Señor, para llamarla Corredentora?

¿Quién se opone? ¿Cuál es el obstáculo?  ¿Por qué demorar lo inevitable? Si la Iglesia está grávida del quinto dogma mariano, la corredención.

El título se usó bajo el pontificado del papa Pío X. Roma acogió el primer Congreso Internacional Mariológico (1904). La academia le dio amplio tratamiento al tema de María Corredentora.

Posteriormente el término se volvió piedra viva, parte de la Iglesia. El concepto se transformó en súplica y oración.

La Congregación de los Ritos al responder una petición para elevar al rango de fiesta los Siete Dolores de Nuestra Señora, a una doble de segunda clase para toda la Iglesia, expresó que:

“se incremente el culto a la Madre Dolorosa y se intensifique la piedad y agradecimiento de los fieles hacia la misericordiosa Corredentora del linaje humano.” 13 de mayo de 1908.

Y a esa declaración se sumaron voces autorizadas. La Congregación para la Doctrina de la Fe (Santo Oficio) concedió una indulgencia parcial a quien rezare unas preces de reparación a la Santísima Virgen Maria (Vergine  bennedetta). Esta concluye con:

“Bendigo tu santo nombre, alabo tu exaltado privilegio de ser la verdadera Madre de Dios, siempre Virgen concebida sin mancha de pecado, Corredentora del género humano”. (AAS 5, 1913, P. 364).

El magisterio papal tomó el vocerío del apoyo y Benedicto XV pontificó: “María redimió al género humano junto con Cristo”. Carta apostólica Inter Sodalicia (1918).

El dogma, no proclamado, encontró el momento apropiado para que el primer pontífice en referirse a la Corredentora lo hiciera públicamente.  En la fiesta de San Andrés Apóstol, edecán de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, su santidad Pío XI, en una alocución en Vicenza (Italia), expresó:

“Por la naturaleza de su obra, el Redentor debía asociar a su Madre con su obra. Por esta razón, Nosotros la invocamos bajo el título de Corredentora”.  30 de noviembre de 1933”.

El tema de la corredención siguió avanzado a través del enmarañado siglo XX que intento imponer su silencio basado en estructuras semánticas e intereses del mutismo.

La historia es extensa y la documentación amplia por lo tanto se invita al lector a investigar en la larga lista argumental. Aquí solo se deja una puerta abierta. El 8 de septiembre de 1982, el papa Juan Pablo II, después de una audiencia general, se dirigió a los enfermos: “María, aunque concebida y nacida sin mancha de pecado, participó de una manera maravillosa en los sufrimientos de su divino Hijo, para poder ser la Corredentora de la humanidad”.

La declaración del dogma se acerca porque es urgente para el alma cristiana recordar las frases de san Efrén, en el año 333: “Eres el ser más poderoso que existe, después de la Santísima Trinidad; la Mediadora de todos nosotros ante el mediador que es Cristo…”


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