jueves, 21 de junio de 2018

La poblada sacrílega



Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

La noche del 21 de junio de 1918 fue macabramente oscura para Chiquinquirá, la Villa de los Milagros. Una turba enardecida por el impulso criminal de la falacia apagó la luz de su renovación.

El gentío armado y embriagado, alebrestado y caótico marchó matrero contra su propia identidad de bautizado. El tumulto, en su desvarío, renegó de su fe.

Los más zafios gañanes asaltaron el convento de los frailes dominicos de donde fueron rechazados a bala, hubo un muerto y varios heridos. Los atacantes se replegaron. La muchedumbre, bárbara y horrenda, rompió con hachas las puertas del templo. La aglomeración entró, impía e iracunda, y profanó el altar. La misión de su destino trágico se volcó insaciable. El tropel trasteó el sagrado ícono de la Patrona para la capilla de Jesús, María y José. 

La acción absurda, engendrada por la falsía de los gamonales, anunció que los padres dominicos habían vendido el cuadro de la Virgen. La turba rompió la tradición de un respeto tutelar. La urbe de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquira ya estaba en un  entredicho canónico impuesto por el obispo de Tunja, monseñor Eduardo Maldonado Calvo.

Y como los ecos del perjurio aún estremecen las reminiscencias de la romería se omite el resto de la crónica donde solo imperó el ímpetu del crepúsculo. Noche apóstata.

El redactor se inclina penitente, sobre el tiempo y su amnesia, para suplicar memoria. Padre Eterno, ten piedad con tu Colombia que por ratos te olvida. Y perdona ese olvido lacerante que cubre con su indiferencia los varios episodios de la tragedia:

La hora de la bestia.
El atentado contra al convento dominicano.
El ataque mortal contra el templo mariano.
La profanación del presbiterio.
El desprendimiento banderizo del lienzo.
Las calumnias contra el señor Obispo de Tunja.
La rebeldía torva, desacato a la verdad.
La antorcha del rumor.
Las burlas contra la Iglesia católica.
Los blasfemos y los excomulgados.
El acto anárquico, tinieblas tenebrosas.

La lista resume la extensa acción conturbadora de la sublevación alucinada cuyo juicio por parte de la autoridad civil se quedó sin justicia… ni verdad ni reparación. (Cosa rarísima en este país). 

El periódico El Nuevo Tiempo, dirigido por don Ismael Enrique Arciniegas, y fechado el 27 de junio de 1918, relató:

“…Los hechos se investigan ahora mismo; pero ¡qué podrá resultar de todo esto, siendo así que el que actúa de juez es precisamente uno de los jefes!

Lo más curioso de todo es que hoy nadie es culpable en Chiquinquirá y todos se lamentan de lo sucedido”. Firma: Testigo ocular…” 

Y como no hubo responsables por el delito del acto matricida, el crucifijo sangra por la herida de la historia…

Dios quiera que la desmemoria no gane la partida porque la nación omite de su conducta moral sus más caros valores cuando se le incendia el alma con sofismas…

Las dolorosas acciones, previas a la coronación de la Virgen de Chiquinquirá como Reina y patrona de Colombia, tuvieron ese otro gran padecimiento que la elevó a ser la Correndentora de la Patria.

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