jueves, 28 de junio de 2018

“Vendrán muchas naciones y dirán: Venid y subamos al monte del Señor”. (Miqueas 4,2).




Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

La escuela de María de Chiquinquirá necesita colombianos de corazón inmaculado.

La petición es parte del regreso al terruño raizal de las devociones ancestrales sostenidas por el calor familiar. Calidez que abraza su bandera al festejo de la Patria, el centenario de la coronación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá como Reina y Patrona de Colombia. Reinado y patronazgo que se engendró en el génesis del Verbo “…Hágase en mí según tu palabra…” (Lc 1, 38).

Los tiempos para la gran romería hacia el Evangelio laten inquietos por iniciar ese proceso de renovación del alma nacional erosionada entre los vaivenes de la vida equivocada.

El paso revolucionario del santo rosario vuelve a sonar en los caminos polvorientos de antaño. Acordes de coplería y ritmo de guabinas tejen, en el pentagrama de la dicha, una esperanza sin tregua. La consigna de los humildes pone en pie el padrenuestro. El cielo bendice al pueblo andariego para que retorne al sacramento del encuentro con la divinidad, la Eucaristía.

Las campanadas del domingo lanzan sus gritos de bronce hasta los ignotos rincones de la soledad. Los ecos arrebatados quieren despertar las reminiscencias de los abuelos. Ellos recitan de memoria la senda que lleva a la casa de la Esclava del Señor.

El firmamento de Colombia se perfumará con una procesión de poemas y ruanas. La dulce fragancia de la Rosa del Cielo bajará para escribir un himno de misericordia con el trazo moreno del lienzo mariano… Y la Nación peregrina extenderá su pabellón sobre el altar del santuario chiquinquireño.




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