jueves, 3 de septiembre de 2020

El origen del culto a Nuestra Señora

 


Coronel Alonso Jaramillo, KCHS, BM.

 

 

¿Cuándo se inicia el culto a la Santísima Virgen? Debemos remontamos al hogar conformado por San Joaquín y Santa Ana, miembros de la Casa Real de David, padres de la futura Madre de Jesús. Seguramente, por designio divino, presentían que su Hija había sido predestinada por Dios para un cometido que marcaría el futuro de la humanidad, hasta el fin de los siglos. Ellos fueron quienes rindieron inicialmente culto de veneración a la Mujer excelsa que daría cumplimiento a la llegada del Mesías, tan anunciada por los profetas del Antiguo Testamento.

 

El primero en venerar a Nuestra Señora fue el mismo mensajero que le entregó el anuncio del Señor. El Arcángel San Gabriel le rinde homenaje cuando le dice: “Ave María Gratia Plena” (Lc 1,28). La Segunda devota de María, como nos muestra el Evangelio es su prima Santa Isabel quien le expresa sus sentimientos de júbilo diciéndole: “Bendita tu entre las Mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lc 1,42).

 

Los pastores, aldeanos de Belén, adoraron al Redentor envuelto en pañales, y naturalmente veneraron a la Señora que acababa de entregar a la humanidad a la Luz del Mundo. Después del cumplimiento de la purificación, según la ley mosaica, el anciano Simeón bendice también a los padres del niño (Lc 2, 34) y se suma a los primeros devotos de la Reina del Universo.

 

Sin duda los apóstoles del Señor, serán los más fervientes seguidores de Nuestra Señora. Ella será su luz y fortaleza en las dudas y aflicciones, será la roca firme ante la desconfianza y la incertidumbre. Ella estará en Pentecostés, acompañando a sus hijos en adopción, los doce escogidos para transmitir la nueva buena a todo el orbe, y finalmente terminará su tránsito terreno acompañada de Juan el discípulo amado de Jesús.

 

La tradición hispánica nos dice que la Santísima Virgen fue en carne mortal a Zaragoza, donde entregó al apóstol Santiago el Pilar, la columna vertebral del primer templo Mariano que se construiría en el mundo como lugar de culto a la Madre de Redentor. Los españoles tienen certeza de este hecho, y se ufanan de ser los iniciadores de la devoción a Nuestra Señora, en forma “oficial”.

 

En la patrística occidental, figuras como Justino, Ireneo y Tertuliano ofrecen sus aportes teológicos para consolidar la devoción de hiperdulía a la Madre del Mesías. Ellos la ven como la “nueva Eva”, la Mujer que devolvió la gracia que nos había arrebatado la primera pecadora expulsada del Paraíso.

 

Una vez terminado el Concilio de Efeso, en 431, la Iglesia empieza a celebrar las festividades de la Asunción, la Anunciación, la Natividad y la Purificación. La Edad Media en Oriente y Occidente se verá adornada por el devotísimo culto a Nuestra Señora a través de diversas advocaciones que han quedado plasmadas en las multicolores vidrieras de las catedrales de la época. En 1751 se inicia el culto a María como Madre de Dios en Portugal, que se oficializará por El Santo Padre Pío XI algunos años después. Nuestra Señora será venerada como Inmaculada Concepción con el beneplácito del Papa Sixto IV, privilegio elevado a la certeza del dogma, por Pío IX en 1854.

 

Todos los siglos se colmarán de amor a la Madre de los Cielos con las manifestaciones de Monserrat, Guadalupe, Lourdes, La Salette, París, Fátima, o Chiquinquirá, donde Nuestra Señora seguirá acompañando la historia de los pueblos y naciones que caminan bajo el amparo de su manto sagrado. Recordemos a San Bernardo “De María Nunquam Satis; De María nunca se hablará suficiente”.

 

Tomado de la Revista Regina Mundi, nro 59.

1 comentario:

  1. María Madre amada: que todos tus hijos acudamos a Ti para conocer más a tu Divino Hijo.

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