jueves, 1 de agosto de 2013

Florilegio de amor a Santa María II


Esta es una recopilación de pensamientos y expresiones literarias de diversos devotos marianos en diferentes circunstancias tiempos y lugares dirigidos a la Virgen María, Madre de Dios, Nuestra Señora Reina y Madre; a quien le dedico con todo mi amor y devoción.

Dr. Álvaro González González.


Por ser la Madre del Salvador, la Virgen María es reconocida como Madre de Dios y de la Iglesia, según repetimos en las letanías. Ella, la favorecida de Dios, nos invita a todos los creyentes a escuchar y practicar su Palabra. María, la elegida por Dios como Madre del Salvador, quien siempre me dictaba las cosas en su corazón, nos invita para que de su mano podamos ser discípulos de Cristo y a recorrer con confianza el camino que Él siguió, el camino de la vida a través del sacrificio de su muerte redentora.

La fe nos ha traído hasta la Virgen, quien confió siempre en la palabra y las promesas de Dios. La fe se hace camino de vida, y la Virgen es un ejemplo digno que debemos imitar. Por la fe Jesús, el Hijo de la Virgen María, usando ejemplo y palabras sencillas, imprime en nuestras mentes la necesidad de vivir en la esperanza, atesorando los valores espirituales.

La Virgen del Evangelio, la que fue asunta al cielo, la intermediaria entre Dios y los hombres, la predilecta del Padre, la Madre espiritual de todos los vivientes, la Madre de la Iglesia, nos da su mensaje de reconciliación, de amor y de paz.

La fe firme e inquebrantable de la Santísima Virgen María se puede contrastar con la vacilante fe nuestra. María, que guardaba todo en su corazón, aprendió a ser Madre y discípula. Nosotros no podemos imitar su maternidad pero deberíamos imitar su fidelidad.

Recordemos que nuestra madre celestial camina con nosotros acompañándonos con sus palabras maternales y su intercesión ante Jesús Nuestro Señor. Ella, como Madre de la Iglesia, camina con sus hijos. El Papa, en la encíclica Redemptoris Mater, escribe: “La Iglesia confrontada por la presencia de Cristo, camina en el tiempo hacia la consumación de los siglos y va  al encuentro del Señor que llega. Pero en este camino… procede recorriendo de nuevo el itinerario realizado por la Virgen, que avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la Cruz”. La Virgen María nos enseña a guardar, meditar y elegir la Palabra de Dios, que nos habla a través de la Sagrada Escritura, por medio de otras personas y acontecimientos, y en todo lo que sucede en nosotros y en torno a nosotros”. –Deyanira Flores González-. Distinguida marióloga costarricense. En apartes del documento presentado en Puebla de los Ángeles, México, a la reunión preparatoria de la V Conferencia General del CELAM en Aparecida, Brasil.

“Corazón de María es decir, el amor de la Virgen a Dios y a los hombres; María nos ama. Ella nos ve bajo nuestra verdadera dimensión, la dimensión de hijos de Dios, de redimidos por Cristo. Ella nos contempla como integrantes del gran cuerpo de Jesucristo, su cuerpo místico, cuya cabeza es Él y cuya alma es el Espíritu Santo”.

“Sabemos y sentimos que la Virgen nos ama; todo lo bueno que nos sucede viene a través de Ella”. Para nuestra madre somos siempre niños; lo mismo para María: sus brazos nos llevan, sentimos ciertos momentos el aliento de sus labios, el brillo maternal de sus ojos… con Ella no nos hagamos los bravos, los incrédulos ¡los burlones! Aunque no creamos ni en el rejo que hala las campanas, creamos en María… puede ser que esto sea ilógico… ¡y absurdo! Sí pero así hay esperanza. Si nos hemos alejado de la Iglesia, no cortemos este puente sagrado del amor de María, porque éste es el único recurso que un día nos puede quedar. Aunque malas lecturas o malas interpretaciones hayan introducido la duda y el escepticismo… en lo recóndito de nuestro corazón guardemos el amor a María… Amemos al corazón de María, acerquémonos a Ella espiritualmente, cuando estemos en nuestro lecho ya para dormir. Digámosle en silencio: Madre mía yo te amo… bendíceme puedo estar tranquilo porque tu amor vela sobre mí”. –Padre Rafael García Herreros- Tomado del escrito La Virgen María.

“El corazón de María es el foco del amor. ¡No necesitamos sino permanecer allí por la fe y la confianza y seremos abrazados!”. Entreguémonos a María para procurarle la alegría maternal de hacernos el bien, comunicándonos el amor y llevándonos así a su Divino Hijo y a sus otros hijos, nuestros hermanos.


Depositemos en el corazón de Nuestra Madre todos los cuidados, todas nuestras penas, todas las dificultades que nos provengan del contacto con todos los demás. Ella arreglará todo a su tiempo, en la medida de nuestra confianza y de nuestros deseos caritativos”. –Padre Gabriel Jacquier-. Sacerdote vicentino, París 1953 (Traducción del francés 1973). Centro Don Bosco, auspiciado por la señorita María Elisa Pardo Bonilla. En La vida mariana.

“…vamos a contemplar a María en su singularidad, como María en su feminidad, como mujer en su universalidad, como creyente; María tu sabes que no podemos hablar de ti, ¡que eres demasiado grande! Te pedimos que Tú misma nos hables a nosotros, que hables a nuestro corazón con ese lenguaje interior que somos capaces de entender cuando tu nos hablas.

Quiero que nuestras reflexiones sobre la palabra iluminen el {Principio Mariano} en la Iglesia: María es por excelencia, la mujer de la reconciliación y suscita en la Iglesia, figuras de reconciliación, haciendo de nosotros hombres y mujeres de reconciliación”. –Cardenal Carlos María Martini Arzobispo de Milán-. Apartes de su conferencia en la Escuela de la Palabra en 1985.

“Lo importante es el espíritu de la consagración a la Virgen”. –Frank Duff-. Beato. Laico irlandés (1889 – 1980), fundador de la Legión de María. En el libro María triunfará. 1961.


“Alabemos a María en todo y para siempre… Ella siempre consuela… Ella nos sostiene… siempre nos guía, siempre intercede. Invoquemos a María en nuestras penas, dificultades, en nuestras alegrías y consolaciones. ¡Oremos a María!, su amor lo exige. Ella nos ama como a Jesús, infinitamente, incesantemente, maternalmente”. –Sierva de Dios Martha Robin (1902 – 1981)- Fundadora de los Casa-centros de oración y retiros espirituales, Foyers de Charite.

“De Santa María no se ha escrito nada, nada, ¡me entiende!”. –Sierva de Dios Martha Robin-

“María mujer vestida de sol, ante los inevitables sufrimientos y las dificultades de cada día, ayúdanos a tener fija nuestra mirada en Cristo. Ayúdanos a no tener miedo de seguirlo hasta el fondo, incluso cuando nos parece que la cruz pesa demasiado. Haz que comprendamos que ésta es la única senda que lleva a la cumbre de la salvación eterna y desde el cielo donde resplandeces como Reina y Madre de misericordia, vela por cada uno de tus hijos. Guíanos a amar, adorar y servir a Jesús, el fruto Bendito de tu vientre. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén”. – Beato papa Juan Pablo II-

“Llena de gracia es el nombre más hermoso de María, un nombre que le dio Dios mismo para indicar que desde siempre y para siempre es la amada, la elegida, la escogida, para acoger el don más precioso, Jesús, “el Amor encarnado de Dios” (Gratia plena) Gracia plena en latín, en griego (Kechrieoména), amada de Dios; titulo en voz pasiva, pero pasividad de María, desde siempre y para siempre, es la -amada por el Señor, que implica su libre consentimiento “. –Papa Benedicto XVI".

“Mediadora; Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asentimiento en la Anunciación, y lo mantuvo sin vacilación al pie de la cruz, hasta la consumación perfecta de todos los elegidos. Pues una vez asunta a los cielos, no dejó su oficio salvador, si no que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna. Con amor maternal cuida de los hermanos de su Hijo que peregrinan, se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz. Por eso, la Bienaventurada Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. Lo cual sin embargo, se entiende de manera que nada quite ni agregue a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador…”. –Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática Lumen Gentium, capítulo VIII LA BIENAVENTURADA VIRGEN Y LA IGLESIA. María Esclava del Señor en la Obra de la Redención y la Santificación. Número 62.

Jaculatorias.

De las Letanías lauretanas (las oficiales de la Iglesia): Ruega por nosotros.

“Madre de Dios; Madre de la Divina gracia;
Madre Amable y Admirable; Madre del buen Consejo;
Virgen digna de veneración; Virgen digna de alabanzas;
Virgen Poderosa; Virgen Clemente; Virgen Fiel;
Espejo de Justicia; Causa de nuestra alegría;
Puerta del Cielo; Esperanza Nuestra;
Consuelo de los Afligidos; Salud de los enfermos;
Auxilio de los Cristianos; Refugio de los pecadores;
Reina Sin Pecado; Reina de Todos los Santos;
Reina Asunta a los Cielos; Reina del Santísimo Rosario;
Reina de la Paz; Reina de Todo (o del universo o de lo creado, etc…”

En oraciones breves:

El Angelus:
(Así denominada por la palabra en latín de su inicio).

V. El Ángel del Señor anunció a María;
R. y Ella concibió por obra y gracia del Espíritu Santo.
Ave María.
V. He aquí la esclava del Señor;
R. hágase en mí según tu palabra.
Ave María.
V. y el Verbo de Dios se hizo hombre;
R. y habitó entre nosotros.
Ave María.
V. Ruega por nosotros Santa Madre de Dios;
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de nuestro Señor Jesucristo.

Oremos. Infunde Señor tu gracia en nuestros corazones, te lo suplicamos, a fin de que conociendo por el anuncio del ángel la Encarnación de Jesucristo tu Hijo, por los merecimientos de su Vida, Pasión y Muerte, lleguemos a la gloria de la Resurrección. Por el mismo Cristo Nuestro Señor. Amén.
V. Gloria al Padre (Tres veces).





Antífona del Benedictus, en la Fiesta de Santa María Reina

“Dignísima Virgen Perpetua María, tu engendraste a Cristo Señor y Salvador Nuestro”.

“Bajo tu amparo nos acogemos Santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos de todo peligro, ¡Oh Virgen gloriosa y bendita!”.

–Antigua plegaria, escrita en un papiro encontrado en Egipto a principios del siglo III. Se encuentra en la biblioteca Jhon Rylands en Manchester (Inglaterra) código 470.

“Acordaos, oh piadosísima Virgen María que jamás se oyó decir que ninguno de los que han acudido a vuestro amparo, implorado vuestra protección y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado por vos. Animado con esta confianza a vos acudo, oh madre, Virgen de las vírgenes y gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana oh Madre de Dios, no desprecies mis suplicas antes bien escuchadlas y atendedlas benignamente. Así sea”. –San Bernardo de Claraval-, Conocida por la palabra de su inicio.


La oración más antigua dedicada a la Santísima Virgen María:

“Dulce Madre, no te alejes
tu vista de mí no apartes,
ven conmigo a todas partes
y solo nunca me dejes,
ya que me proteges tanto
como mi Madre,
haz que me bendiga
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Amén”.

Breve Consagración Personal a María Santísima:

“Oh Señora mía, oh Madre mía yo me ofrezco del todo a vos
y en prueba de mi filial afecto,
os consagro en este día
mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón
en una palabra todo mi ser.
Y ya que soy todo vuestro, oh madre de bondad
protegedme y defendedme como hijo y propiedad vuestra.
Amén”.

Letras de canciones marianas:

“Venid y vamos todos con flores a porfía con flores a María que Madre Nuestra es, de nuevo aquí nos tienes purísima doncella, más que la luna bella postrados a tus pies a ofrecerte venimos flores del bajo suelo con cuánto amor y anhelo Señora Tú nos ves”.

“¿Quién será la mujer que a tantos inspiró poemas bellos de amor? Le rinden honor la música y la luz, el mármol, la palabra y el color.

¿Quién será la mujer que el Rey y el labrador invocan en su dolor, el sabio, el ignorante, el pobre y el señor, el Santo al igual que el pecador? María es esa mujer, que desde siempre el Señor se preparó para nacer como una flor en el jardín que a Dios enamoró.

¿Quién será la mujer radiante como el sol, vestida de resplandor, la luna a sus pies, el cielo en rededor y ángeles cantándole su amor?

¿Quién será la mujer humilde que vivió en un pequeño taller, amando sin milagros viviendo de su fe, la esposa siempre alegre de José?”.

Ad dendum

Algunos escritos extractados de la antología mariana de la tesis de grado en las facultades eclesiásticas de la Universidad Javeriana del padre Eduardo Trujillo Gutiérrez en 1941. La segunda edición en 1954, publicada por el Ministerio de Educación Nacional en asocio de la Biblioteca de Autores Colombianos, con motivo del año mariano.

“¡Oh musa celestial, sacra María,
A quien el alto cielo reverencia,
Favorecedme vos, Señora mía,
Con soplo del dador de toda ciencia!

Vos del altitonante madre pía,
Musa superior del monte santo,
Esclareced la vena de la mía.

Con esforzada voz y dulce canto
Para que socorrido de tal guía
Mi pluma no se turbe con espanto”.

-Don Juan de Castellanos-. En Elegías de Varones Ilustres de Indias.

El Contrabando en el Cielo.

Haciendo Dios un día la visita en el cielo acostumbrada, notó que cierta gente no tenía una faz suficientemente pura, y que se hallaba como avergonzada de encontrarse mezclada con esas almas de inefable albura.

- A san Pedro- le dijo ¿Qué le pasa? Tal vez su edad no escasa el carácter le habrá debilitado preciso es sermonearle al descuidado guardián; ¡que se le llame! Y al instante en raudo y limpio vuelo un ángel fue y hallólo bien sentado y con el ojo alerta, muy tranquilo en el suelo al lado de la puerta.

-“Yo vengo, san Pedro, a reemplazar un momento siquiera, pues el buen Dios lo quiere interrogar”. Y san Pedro corrió y con severa actitud el Señor le reprendió diciendo: “¡No, no!, esto no puede ser tu estas dejando entrar gente manchada a esta mi pura celestial morada”.

“Me confunde buen Dios”, respondió Pedro, “pues yo vivo en la puerta siempre en vela, como perenne y listo centinela, y a pesar de mi edad tan avanzada no se me pasa por descuido nada; créeme buen Señor; no soy culpable, pues yo soy en mi puesto inexorable, y ningún muerto ha entrado en esta corte sin traer el debido pasaporte”.

-Cálmate, dijo Dios; probablemente se nos está engañando. Mira abajo, ¿conoces esa gente? “¡Oh mi buen Dios, te digo francamente jamás por mi fue vista, que no están en mi lista, que no son en verdad de nuestro bando, y que indudablemente aquí se me está haciendo contrabando; pero yo te prometo, buen Señor, coger pronto al traidor; y de no, con dolor del alma mía te renuncio, Señor, la portería…” San Pedro echó después con gran cuidado mil vueltas a las varias cerraduras, y cuando estuvo bien asegurado de que no había rendijas ni aberturas por donde penetrar pudiera un alma y estando ya la noche un poco entrada, se sentó en plena calma a vigilar la celestial portada.

Mas, ¡Oh gran maravilla! De repente y sin saber por dónde, cómo y cuando vio que una intrusa gente al cielo y de rondón se iba colando. San Pedro, entonces, inmediatamente mandó llamar a Dios para que viera lo que estaba pasando; y cuando hubo llegado, el buen portero le hizo señas a Dios que se escondiera allí, sin hacer ruido y que tuviera oído agudo y ojo muy certero. ¡Y qué cuadro el que vieron, admirable! Por fuera del recinto habían quedado muchas almas que Pedro inexorable, había de su puerta rechazado por que no habían traído al paso el pasaporte íntegro y cumplido y esas almas tan tristes, exhalaban tan amargos gemidos y quejas de tan gran melancolía, que la Virgen María, de ellas compadecida y no sufriendo que en vano así esa gente le implorara, a los muros del cielo se subía y desde allí, creyendo que por la noche nadie la veía uno a uno iba alzando y uno a uno iba entrando con intensa alegría, haciendo así a San Pedro contrabando. Como san Pedro ya se vio triunfante, probada su inocencia, al buen Señor le dijo muy campante: -“al menos le hará usted una advertencia…”

Más el buen Dios que había reconocido de los muros del cielo allá en la altura a su Madre, tan dulce, pura y bella, le respondió con sin igual dulzura, -“¿Para qué? ¡Tú bien sabes cómo es ella!”. –Eusebio Robledo-. Poeta de brillante fantasía y forma clásica. Autor de varias bellísimas composiciones en honra de Nuestra Señora.

Saludo a la Virgen de Fátima

Panegírico del Ministro de Educación de Colombia, Manuel Mosquera Garcés, con motivo de la visita de la imagen de esa advocación a Colombia, (Académico de la Lengua).

“…Singular privilegio de esta tierra americana cuya historia toda entera, así en los momentos de triunfo como en las horas de duelo y de quebranto, anda labrada con el oro fino de su protección y de su nombre. La crónica de este mundo nuevo es río caudaloso de invocaciones virginales, que nace en el instante mismo en que da comienzo el Almirante a la proeza sin segundo del descubrimiento: fe en un monasterio, el de Santa María de la Rábida, en el que encuentra Colón estímulo y conforte para sus planes de completar el orbe; ha de ser el nombre glorioso de la Madre del Verbo el que se estampe en la proa de la nao capitana…

Y es también el primero que resuena para bautizar a la villa que surgía antes que otra en la tierra firme de estas Indias afortunadas. Por manera que cuando se escribe la historia de estos pueblos va topando al investigador, a modo de hitos que amojonan la ruta y de fanales que esclarecen el camino, las advocaciones que fue dando la piedad a la que ya irradiaba en las páginas del Génesis como corredentora del linaje.

…Característica del mundo moderno y signo patente del abandono de la fe es la renuncia al dolor, el temor al sacrificio, esa especia de terror que nos invade ante la llegada de la tribulación. La gente cristiana parece haber olvidado en el tumulto de los negocios temporales y en la avidez del goce que el Evangelio es, ante todo, el testamento de la pasión y que solo en la medida en que estemos dispuestos a sufrir, a desafiar los padecimientos en el propio vencimiento y en las conquistas de las almas para Cristo, damos testimonio cierto de nuestra adhesión y nuestro amor. Porque Nuestra Señora no es venerable únicamente en su tránsito glorioso, o en el momento de su coronación como Emperatriz del mundo, o en el prodigio triunfante de su virginidad inmaculada, sino que se nos presenta como arquetipo del amor y de la belleza en los instantes de infortunio más atroz. La lección que nos brinda, lo que tal vez nos enseña con acento más profundo y con más reiterada insistencia, son sus desposorios con el dolor y la humillación.

…De este modo, el heroísmo cristiano, que es lo que constituye la santidad, no es sino la escuela de los supremos renunciamientos en que el hombre se niega a sí propio, se convierte en holocausto de expiación y por el valor de su sacrificio dignificado por el Salvador, restablece el equilibrio moral del mundo y mantiene en balanza a la justicia y a la misericordia. Las apostasías de nuestro tiempo proceden de una declinación de ese espíritu, del desvío frente a los que escuchan los escogidos por Nuestra Señora en el prodigio de las apariciones de Fátima, sean invitaciones al sacrificio y la penitencia, llamamientos a la oración y al sufrimiento, pregones para que sean reparados los pecados de los hombres.

…Por seis veces, en ese portento de compasión que aquí estamos celebrando, se muestra Nuestra Señora a los pastores portugueses para entregarles su mensaje, un mensaje que envuelve, si bien se le mira, un triple y angustioso llamamiento: excitación a la plegaria por medio del Rosario ratificado en esa forma como su oración predilecta; invitación a la penitencia sin la cual el esfuerzo del hombre en el logro de su santificación y en la conquista de la misericordia divina carece de valor y de sentido; clamor sostenido para que el mundo sea consagrado a su corazón maternal. Y quien penetre con cándido espíritu en el análisis de esta embajada celestial advertirá de inmediato cómo el triple aspecto que acabo de enunciar sintetiza de algún modo las necesidades más apremiantes de nuestra hora.

Consumida nuestra esfera por el aliento abrazador de la codicia; empujada a la demencia por el trastorno de todos los principios, nuestra época asiste al ocaso de aquellas normas soberanas que podrían garantizarle el tranquilo y honesto disfrute de los beneficios temporales. Una racha de cólera turbaba la inteligencia de los hombres; la soberbia de la vida, mostrada ya por Juan como una de las concupiscencias, prende en casi todos los pechos la llama de las ambiciones y debilita los fundamentos de la convivencia universal; el materialismo más soez ha deformado la fisonomía de la criatura racional y la sed de placeres identifican a nuestra época con las mas turbias del antiguo paganismo, hasta el punto de haber llegado a reafirmar no pocos pensadores cristianos que ha sonado el momento de una nueva evangelización.

Porque si la esencia de la Buena Nueva que el Redentor trajo al mundo queda cifrada en aquel mandamiento de la caridad, cimiento y corona de todas las virtudes, es preciso concluir en que asistimos a un innegable crepúsculo de aquel principio sin segundo…

…El fracaso de tantas iniciativas humanas que pretenden granjear la reconciliación temporal y que a cada paso caen como deleznables estructuras, no encuentra tampoco otra explicación. Y ello debe ser así porque los problemas fundamentales del mundo no son ni de carácter psicológico, ni de carácter político, ni de simple índole social, como apuntara un escritor contemporáneo, sino primordialmente de orden religioso, que afectan “las raíces más escondidas de la vida individual, del espíritu y de la esencia ontológica de las cosas naturales y exteriores al espíritu”…

…Esa vuelta a los principios celestiales, forma única de contrarrestar lo que han llamado los sociólogos la “progresiva desespiritualización de nuestro siglo”, ha de vencer en primer término, la monstruosa doctrina del hombre convertido en fin de si mismo y de la sociedad trocada también en término de su propia actividad…

… “necesitamos insertar en cada uno de nosotros, el problema de la realidad sustancial de Dios, el problema del primado del espíritu como el problema de los problemas”. Necesitamos buscar en la vida domestica la sacramentalización de la familia y la espiritualización de la educación; en la vida profesional, la subordinación de la economía a la moral y la cooperación intima de las clases entre sí, bajo el patrocinio del estado; en la vida cívica el predominio de los estados naturales y la armonía de los tres poderes básicos que hoy aparecen disociados, como son el político, el económico y el religioso; en la vida internacional, la paz universal bajo el amparo del príncipe de la paz, de Cristo, el Hijo de Dios, finalmente en la vida sobrenatural (que es la propia vida natural en estado de gracia) necesitamos buscar a Dios a través de Cristo y de su Iglesia”…

…Pero para este proceso de ascensión espiritual, para esta elevación del hombre por medio de la oración que hermana a todos los espíritus y que hace comprender a todos los corazones el sentido profundo de la solidaridad, nos ha indicado Nuestra Señora la eficacia del Rosario, la acendrada y tradicional devoción de los cristianos, por que arropa –como afirman los comentadores- los varios aspectos que integran la perfección del culto. Por todo ello el Rosario ha sido calificado no solo de mariología, sino de teología suplicante, y los pontífices lo han exaltado como derrotero luminoso de santificación y como fuente de continua bienandanza: como salvación de la cristiandad lo consideró Clemente VII; encareció sus beneficios Urbano IV; Urbano VIII lo decoró con diferentes jubileos; Pablo V lo llamó tesoro de gracias; ornamento de la Iglesia católica lo apellidó Julio III; lo encomio Gregorio XIII como medio admirable de aplacar la justa indignación divina; Gregorio XVI lo recitaba en público; lo propagaba como antídoto de las herejías León X, y Adriano VI lo mostraba como azote del demonio. Fue consuelo de Pío VI en el destierro, y el jerarca de la Inmaculada pedía en aquella época, tan semejante a la nuestra, cuando las saetas de la ira se clavaban en el corazón del vicario de Cristo y la persecución más inclemente y el más satánico desvarío pretendía debilitar su influjo en la conciencia, que los cristianos le ayudaran a apartar los males de la Iglesia no con la espada sino con el Rosario. Ni cómo olvidar al modelo del fervor mariano, a aquel propagador sin segundo de esta forma de impetrar los favores divinos por intermedio de la Reina de los Cielos, a aquel Pío V que la iglesia ha elevado a los altares y que lo convirtió en escudo de las ligas cristianas contra el poder mahometano y al que se deben las victorias inolvidables de Lepanto y de Viena. ¿y qué decir de León XIII cuyas encíclicas a este respecto constituyen una verdadera teología a la Virgen, y de Pío XI cuya pluma jamás sosegó en el camino de encarecer su eficacia?

Pueril sería detenerme en la consideración de otros aspectos históricos, que nada son si se comparan con el mensaje reiterado de Fátima, en el que la Virgen clama por el rezo del rosario como forma suprema de obtener la paz del mundo, clamor que prolonga su voz sollozante en las alturas de La Salette y de sus llamados de la gruta de Lourdes…”





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