sábado, 14 de septiembre de 2013

El Diablo y las fiestas de María


Me he regocijado mucho y he bendecido a Dios por la instauración de la gloriosa fiesta del Santo Nombre de María, así como por el favor hecho a nuestra Orden, con preferencia a otras, de poderla celebrar con tanta solemnidad. Pero he tenido algo de tristeza al ver la poca devoción y celo de las gentes y, sobre todo, de las hijas espirituales y hermanas en religión que se muestran tan poco diligentes en los solemnes oficios de este día.
Aquel día se imprimió en mi alma una cierta visión mostrándome cómo Satán parecía rugir y arañar de rabia, de pena, de odio y de despecho porque este nombre glorioso y dulcísimo se encontraba así honrado y ensalzado. Esta visión aumentó mi alegría, mi contento y también mis acciones de gracias hacia este Dios que había inspirado todas estas cosas. Mofándome de Satanás le decía: "¡Oh villana bestia, cómo debes sentir que esta Virgencita te haya machacado la cabeza y te haya arrebatado tu potencia! ¡Ya no puedes nada, y no eres más que una pobre, una débil mosca, desde el instante en que esta dulce y amable Virgencita quiera poner en obra su potencia y su autoridad! Pero ¡oh bestia maldita y condenada!, no impedirás, sin embargo, que Ella sea exaltada, honrada, querida. No puedes nada contra Ella, ni incluso contra aquellos que la aman y ponen en Ella su confianza. Yo me glorío que tenga tanto imperio sobre ti. No temo ni tus asechanzas ni tus violencias, ni ahora ni en la hora de mi muerte. Porque espero que entonces, como ahora, llevaré su dulcísimo nombre grabado en mi corazón; y cuando veas este corazón sellado con este sello divino, no tendrás la audacia de aproximarte".

María de Santa Teresa. Carmelita

(1623-1677).

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