miércoles, 2 de abril de 2014

Tras algunas huellas ocultas de la carta apostólica de Juan Pablo II Rosarium virginis mariae fechada el 16 de octubre de 2002.



P. Leonardo Ramírez Uribe, S.J.
Sociedad Mariológica Colombiana


El 19 de julio de 1983, leí, durante las jornadas de la Asamblea Anual de nuestra Sociedad Mariológica, un trabajo titulado, “LA CENTENARIA ENCÍCLICA SUPREMI APOSTOLATUS Y LA CARTA APOSTÓLICA SALUTARIS ILLE SPIRITUS”.

Después de recopilar cuidadosamente los documentos pontificios sobre el Santo Rosario, desde León XIII hasta Juan XXIII, en un libro editado en Bogotá en 1966 y que lleva por título: “LOS PAPAS Y EL ROSARIO”, empecé a observar con mucho interés cómo se acercaba el centenario de los dos primeros.

Mientras redactaba el trabajo al que me refiero, me pareció importante compartir el interés por conseguir una conmemoración por parte del Santo Padre Juan Pablo II, siempre tan afecto a la Santa Madre de Dios y en especial a su Rosario, con motivo del centenario.

Esto ocurrió precisamente cuando ya se estaba organizando en Colombia la celebración, por parte de toda la nación, del IV Centenario de la renovación milagrosa del cuadro de NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE CHIQUINQUIRA, patrona de Nuestra Patria y esperábamos la visita del Santo Padre.

Pensé que para este fin podía proponerle al padre Provincial de los Dominicos en Colombia, Padre Adalberto Cardona, quien había sido nombrado por la Conferencia Episcopal Colombiana para presidir las reuniones que, con motivo de este IV Centenario estábamos llevando a cabo un grupo de sacerdotes y laicos para programar dicha celebración.

Pensamos que lo mejor sería pedirle una audiencia al Señor Nuncio Apostólico en Colombia Monseñor Ángelo Acerbi. Le expusimos nuestro propósito y de inmediato nos dijo que una petición de esa índole le correspondía hacerla exclusivamente a la Conferencia Episcopal Colombiana.

Como ya habíamos tenido varias reuniones con el entonces Obispo de Chiquinquirá Monseñor Alberto Giraldo Jaramillo, (hoy Arzobispo de Medellín), quien a su vez era el Presidente de la Comisión Teológica del Episcopado, le expusimos nuestra intención y le pedimos su intervención ante la Conferencia Episcopal.

Es de advertir que en esos mismos días fue removido, con sorpresa de quienes formábamos la Comisión Preparatoria para el centenario ya mencionado, de dicha Diócesis de Chiquinquirá a la Diócesis de Cúcuta.

En su reemplazo, ocupó la Sede de Chiquinquirá Monseñor Álvaro Jara. Todo lo acordado y planeado hasta entonces, se deshizo.

La Comisión en la que trabajábamos, con verdadera mística, quedó suprimida.

Sin embargo, la carta de Monseñor Alberto Giraldo Jaramillo llegó a su destino y fue aprobada por la CEC.


CARTA DE MONSEÑOR ALBERTO GIRALDO JARAMILLO OBISPO DE CÚCUTA A LA JERARQUÍA COLOMBIANA.

“No contento con la propuesta que presentó ante la Asamblea Plenaria del Episcopado, Monseñor Alberto Giraldo, escribió el 15 de agosto de ese año a los Señores Cardenales, Arzobispos, Obispos y Prelados, haciéndose vocero de la comisión central, presidida por él, encargada de la preparación del IV Centenario de la renovación de la imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá, la carta que a continuación publica REGINA MUNDI, gentilmente cedida por Monseñor Giraldo, a quien desde esta páginas deseamos muchas bendiciones del Señor para su nueva Diócesis de Cúcuta.” (Nota editorial Revista Regina Mundi No. 38).

“Bogotá, 15 de agosto de 1983
La comisión central, encargada de la preparación del IV centenario de la renovación de la imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá, se ha reunido nuevamente el 25 de julio y el 9 de agosto; sus miembros me han pedido hacer llegar a cada uno de los Señores Cardenales, Obispos y Prelados, el agradecimiento por la buena acogida que brindaron al programa global que se ha elaborado.

Siguiendo en la línea de lo expuesto durante la pasada Asamblea Plenaria de la CEC, quiero en nombre de la comisión, pedir a S.E. su colaboración para que logremos, a nivel nacional, una digna y justa conmemoración de la primera gran Encíclica sobre el Rosario.

En efecto, el 1 de septiembre de 1883 el Sumo Pontífice León XIII firmó y promulgó la primera de sus quince Encíclicas sobre el Rosario, que comienza con las palabras SUPREMI APOSTOLATUS (Cfr. Acta Leonis XIII, vol. III, 1883 pág.280). Por primera vez se daba a María Santísima el título de Reina del Rosario. En el mes de diciembre siguiente el mismo Pontífice ordenó incluir en las letanías lauretanas la invocación “Reina del Sacratísimo Rosario”.

El esquema y el texto completo de la Encíclica que acompaña esta carta, muestran ya, que vale la pena aprovechar la oportunidad para insistir en el rezo del Santo Rosario y en la invocación a Nuestra Señora, “Reina del Sacratísimo Rosario”. Después del Sínodo sobre la familia, en vísperas del Sínodo sobre la Reconciliación, qué bien está mirar a María como camino concreto de renovación familiar. La “cruzada de oración en familia” que va recorriendo las distintas diócesis del país, encontraría fuerte apoyo.

En nombre de la comisión del IV centenario le agradezco la motivación que pueda hacer. S.E. para que los párrocos de su jurisdicción celebren en forma digna el próximo mes del Rosario; también estamos escribiendo una carta con este motivo.

Finalmente solicito a S.E. el favor de comunicar a la Comisión Central del IV Centenario, el nombre de algún sacerdote de su jurisdicción que sea nuestro interlocutor para poner en marcha los programas acordados. La correspondencia deberá dirigirse a Fr. Carlos Arturo Díaz, O.P., Secretario de la Comisión, Carrera 1 No. 68-50 Apartado Aéreo 51280, Bogotá.

Al dejar la Diócesis de Chiquinquirá, cesa también mi oficio en la Comisión. Sea el momento de agradecer a S.E. toda su colaboración y de saludarlo muy fraternalmente en Cristo y María.

ALBERTO GIRALDO JARAMILLO.
Obispo electo de Cúcuta”

El tiempo apremiaba y...finalmente salió con destino a la Santa Sede la tan anhelada petición del Presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana.

La Carta del Señor Presidente de la Conferencia Episcopal Monseñor Mario Revollo Bravo, al Sumo Pontífice con ese motivo y que REGINA MUNDI se honra de publicar - a manera de Editorial - como verdadera primicia, expresa en esta ocasión los sentimientos de la Iglesia colombiana con respecto al Santo Rosario” (Nota editorial Revista Regina Mundi No.38).


Es de advertir que en el archivo de documentos antiguos de la Conferencia Episcopal Colombiana me informaron que no se encuentra respuesta alguna a la carta del Presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana.

Pienso, no obstante, cuando mi salud me lo permita hacer una investigación personal en dicho archivo, porque si hay algo que se tenga en cuenta en la Santa Sede es dar cumplida respuesta a todo mensaje dirigido al Santo Padre.

Me parece importante destacar que la carta del Arzobispo Mario Revollo Bravo, en su condición de Presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana, está fechada el 5 de septiembre de 1983, como puede leerse en la copia facsímile.

De todas maneras, creo que quienes se enteraron del interés que personalmente tenía por conseguir la conmemoración de esa carta centenaria, no le atribuyeron ninguna importancia. Yo mismo pensé que, a lo mejor estaba esperando algo muy poco probable, principalmente por tratarse de una Carta Encíclica sobre un tema como el Santo Rosario.

Con todo no me cabía duda de que la carta del Presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana había llegado a manos del Santo Padre. Había transcurrido casi un mes desde cuando fue enviada y entonces ocurrió que el 2 Octubre apareció en l'osservatore romano el siguiente documento:


“EL ROSARIO, CADENA DE UNION CON DIOS. Homilía en la misa por los movimientos marianos (2-10-83).

CON EL ROSARIO MEDITAMOS EL MISTERIO DE LA REDENCIÓN DEL MUNDO.

La celebración efectuada en la mañana del domingo 2 de octubre en la plaza de San Pedro tuvo un carácter mariano al celebrarse solemnemente la eucaristía por el Papa con motivo del Jubileo de los Movimientos Marianos, en la apertura del mes particularmente dedicado a la oración mariana del rosario.

Durante la liturgia de la Palabra, el Santo Padre pronunció la siguiente homilía:
1.         “Ella quedó perpleja y se preguntaba qué sentido tenía un tal saludo...”

Hoy, primer domingo de octubre, os saludo a todos vosotros, miembros de los movimientos marianos, devotos del “Saludo del Ángel”, que estáis aquí en Roma con motivo del Jubileo extraordinario de nuestra Redención.

Saludo con particular afecto al Cardenal Vicario, Ugo Poletti, de cuya ordenación episcopal se cumple este año el XXV aniversario. A él le dirijo, con motivo de esta circunstancia, un recuerdo especial, asegurándole una oración al Señor. Saludo después a los componentes del Sacro Colegio y a los hermanos en el Episcopado. Saludo a los sacerdotes, religiosos y religiosas, inscritos en la Asociaciones del Rosario de pequeños y adultos; saludo a los miembros de todos los demás movimientos, grupos, institutos, piadosas uniones, cofradías, parroquias, que se comprometen a avanzar en la devoción a María. Saludo a los romanos reunidos en torno al Cardenal Vicario, como igualmente saludo a todos los peregrinos procedentes de diversas partes del mundo.


EL ROSARIO NO ES UNA REPETICIÓN SIMPLISTA.

El evangelista Lucas dice que María “quedó turbada” al escuchar las palabras del arcángel Gabriel, dirigidas a ella en el momento de la anunciación, y “se preguntaba qué sentido tenía semejante saludo”.

Esta meditación de María constituye el primer modelo de la oración del rosario. Esta es la oración de aquellos a quienes resulta grato el saludo del ángel a María. Las personas que rezan el rosario repiten con el pensamiento y con el corazón la meditación de María y rezando meditan “qué sentido tenía semejante saludo”.

2-        En primer lugar, repiten las palabras dirigidas a María por Dios mismo, mediante su mensajero.

Aquellos a quienes resulta grato el saludo del ángel a María repiten las palabras que proceden de Dios.

Al rezar el rosario decimos muchas veces estas palabras. Esta no es una repetición simplista. Las palabras dirigidas a María por Dios mismo y pronunciadas por el mensajero divino encierran un contenido inescrutable.

“Te saludo, oh llena de gracia, el Señor es contigo...” (Luc. 1,28), “bendita eres entre las mujeres” (Luc. 1,42).

Este contenido está estrechamente unido al misterio de la redención. Las palabras del saludo angélico a María introducen en este misterio, y al mismo tiempo encuentran en él su explicación.

Lo expresa la primera lectura de la liturgia de hoy, que nos lleva al Libro del Génesis. Es justamente allí - sobre el fondo del primero y al mismo tiempo original pecado del hombre — donde Dios anuncia por primera vez el misterio de la redención. Por vez primera da a conocer su acción en la historia futura del hombre y del mundo.

Así, pues, al tentador que se oculta bajo el aspecto de una serpiente, el Creador le dice así: “Pondré enemistades entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya; ésta te aplastará la cabeza y tú le morderás a ella el calcañal”.


ANTE UN INESCRUTABLE MISTERIO.

3-        Las palabras escuchadas por María en la anunciación revelan que ha llegado el tiempo de la promesa contenida en el Libro del Génesis. Del Protoevangelio pasamos al Evangelio. El misterio de la redención está a punto de cumplirse. El mensaje del Dios eterno saluda a la “Señora”; esta señora es María de Nazaret. La saluda por consideración de la “Descendencia”, que ella deberá aceptar de Dios mismo: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra”... “concebirás un hijo, lo darás a luz y le pondrás por nombre Jesús”.

Palabras - verdaderamente - decisivas. El saludo del ángel a María constituye el comienzo de las más grandes “obras de Dios” en la historia del hombre y del mundo.

Este saludo abre de cerca la perspectiva de la redención.

No hay por qué maravillarse por el hecho de que María, habiendo escuchado las palabras de semejante saludo, quedase “turbada”. Tampoco hay que maravillarse porque María se preguntase “qué sentido tenía tal saludo”. Las palabras del arcángel la han puesto ante un inescrutable misterio divino. Además, la han implicado en la órbita de aquel misterio. Es necesario meditarlo siempre de nuevo y cada vez con mayor profundidad. Dicho misterio tiene la fuerza de llenar no solamente la vida, sino también la eternidad.

Y todos nosotros, a quienes resulta grato el saludo del ángel, tratamos de participar en la meditación de María. Tratamos de hacerlo, sobre todo cuando rezamos el rosario.


MARÍA NOS INTRODUCE EN EL MISTERIO.

4-        A través de las palabras pronunciadas por el mensajero en Nazaret, María casi vislumbra en Dios toda la propia vida sobre la tierra y sobre su eternidad.

¿Por qué, sintiendo que debe convertirse en Madre del Hijo de Dios, ella no responde con arrebato espiritual, sino, en primer lugar, con el humilde “Fiat”: “He aquí, la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”?

¿No es acaso porque ya desde entonces sintió el dolor punzante de aquel reinar “sobre el trono de David”, que debía corresponder a Jesús?

Al mismo tiempo el arcángel anuncia que “su reino no tendrá fin” Mediante las palabras del saludo angélico, para María comienzan a desvelarse todos los misterios, en los cuales se cumplirá la redención del mundo: Misterios gozosos, dolorosos y gloriosos. Tal como sucede en el rosario.

María, quien “se preguntaba qué sentido tenía semejante saludo”, parece entrar en todos estos misterios, introduciéndonos en ellos también a nosotros. Nos introduce en los misterios de Cristo y, al mismo tiempo, en los propios misterios. Su acto de meditación en el momento de la anunciación abre los caminos a nuestras meditaciones durante el rezo del rosario y gracias a éste.

5-        El rosario es la oración mediante la cual, repitiendo el saludo del ángel a María, tratamos de sacar de la meditación de la Virgen Santísima nuestras consideraciones sobre el misterio de la redención. Esta reflexión suya — iniciada en el momento de la anunciación — continúa en la gloria de la asunción. En la eternidad, María, profundamente inmersa en el misterio del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, se une como nuestra Madre a la oración de aquellos que simpatizan con el saludo del ángel y lo expresan en el rezo del rosario.


MARÍA ORA POR NOSOTROS Y CON NOSOTROS.

En esta oración nos unimos a Ella como los apóstoles reunidos en el Cenáculo después de la ascensión de Cristo. Lo recuerda la segunda Lectura de la liturgia de hoy, tomada de los Hechos de los Apóstoles. El autor — después de haber citado los nombres de cada uno de los apóstoles — escribe: “Todos estos permanecían constantes y concordes en la oración, juntamente con algunas mujeres y con María, la Madre de Jesús y con los hermanos de él”.

María, que el día de la anunciación había obtenido el Espíritu Santo en una plenitud relevante, rezaba con ellos. La particular plenitud del Espíritu Santo determina en ella también una particular plenitud de la oración. Mediante esta singular plenitud, María ora por nosotros — y ora con nosotros.

Maternalmente preside nuestra oración.  Reúne sobre toda la tierra las innumerables legiones de aquellos a quienes resulta grato el saludo del ángel: dichas legiones, juntamente con ella, “meditan” el misterio de redención del mundo, rezando el rosario.

De esta forma la Iglesia se prepara continuamente para recibir el Espíritu Santo, como el día de Pentecostés.

6-        Tiene lugar en este año el primer centenario de la encíclica del Papa León XIII “Supremi apostolatus”, con la cual el gran Pontífice decretaba que el mes de octubre fuese particularmente dedicado al culto de la Virgen del Rosario. En dicho documento, subrayaba vigorosamente la extraordinaria eficacia de esta oración, rezada con ánimo puro y devoto, a fin de obtener del Padre Celestial, en Cristo, y por intercesión de la Madre de Dios, la protección contra los males más graves que pueden amenazar la cristiandad y la misma humanidad, y conseguir, por tanto, los máximos bienes de la justicia y de la paz entre los individuos y entre los pueblos.


EL GESTO HISTÓRICO DE LEÓN XIII

Con este gesto histórico, León XIII no hacía otra cosa que unirse a los numerosos Pontífices que le habían precedido - entre éstos, San Pío V — y dejaba una consigna a quienes serían sus sucesores al promover la práctica del rosario. Por esto, también yo quiero deciros a todos vosotros: haced del rosario la “cadena dulce que os une a Dios” por medio de María.

7-        Grande es mi alegría por poder celebrar hoy, juntamente con vosotros, la solemne liturgia de la Reina del Santo Rosario. De esta forma significativa nos insertamos todos en el Jubileo extraordinario del Año Santo de la Redención.

Me alegro también por el hecho de que en esta liturgia participan los representantes de las parroquias romanas, mis diocesanos, invitados por el Cardenal Vicario, para alabar, juntamente conmigo, al Señor con motivo de mi Jubileo episcopal. Doy las gracias al Cardenal por las expresiones de delicado afecto que él, también en nombre de los diocesanos, ha tenido para conmigo. En particular, doy gracias por las oraciones que se han elevado al Señor en la celebración del vigésimo quinto aniversario de mi ordenación episcopal.

Todos juntos nos dirigimos, con gran afecto, a la Madre de Dios, repitiendo las palabras del arcángel Gabriel: “Te saludo, oh llena de gracia, el Señor es contigo”, “bendita tú entre las mujeres”.

Y desde el centro de la liturgia de hoy escuchamos la respuesta de María: “Mi alma engrandece al Señor, y salta de júbilo mi espíritu en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva; por eso, de ahora en adelante, todas las generaciones me llamarán bienaventurada.”

(O.R. 3-4 octubre 1983; original italiano; traducción de ECCLESIA.)


El 16 de octubre del año 2002, día en que el Santo Padre dio comienzo al vigésimo quinto año de su pontificado escribió para toda la iglesia Católica la Carta Apostólica “ROSARIUM VIRGINIS MARIAE” con el deseo de conmemorar el 120 aniversario de la Encíclica de León XIII que comienza con las palabras SUPREMI APOSTOLATUS OFFICIO. Importante declaración con la cual inauguró otras muchas intervenciones sobre esta oración, indicándola como instrumento espiritual eficaz ante los males de la sociedad de su tiempo.

Así mismo, continúa Juan Pablo II:” deseo que a lo largo de este año se proponga y valore de manera particular esta oración, en las diversas comunidades cristianas”.
Prosigue el Papa: “Proclamo por tanto, el año que va de este octubre a octubre de 2003 AÑO DEL ROSARIO”.

Para quienes hemos encontrado en esta preciosa oración un punto de apoyo incomparable para nuestra vida espiritual, este PRIMER AÑO DEL ROSARIO EN TODA LA HISTORIA DE LA IGLESIA, resulta ser un año que difícilmente se podrá olvidar.

Desde esta modesta Sede II de la Sociedad Mariológica Colombiana, única en América Latina, siento un gran consuelo al dejar estos recuerdos de aquel CENTENARIO de 1983, hasta este día en que he deseado honrar de todo corazón, en compañía de los queridos miembros asistentes de la Sociedad Mariológica a esta 49 Asamblea anual. ¡A la Reina del Sacratísimo Rosario!

Pasó el tiempo y el propio Juan Pablo II conmemoró con la Carta Apostólica “ROSARIUM VIRGINIS MARIAE”, los ciento veinte años de la Encíclica SUPREMI APOSTOLATUS fechada, el 16 de octubre de 2002, fecha en la cual conmemoró también los veinticinco años del comienzo de su Ministerio, como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica y declaró AÑO DEL ROSARIO, EL TIEMPO COMPRENDIDO ENTRE ESTA FECHA Y EL 31 DE OCTUBRE DEL 2003.


Tomado de la Revista Regina Mundi nro 59.

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