miércoles, 9 de julio de 2014

La Chinca invita a renovar el alma en el Sacramento de la Reconciliación


 “…Y no os acomodéis a este mundo; al contrario transformaos y renovad vuestro interior para que sepáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo que agrada, lo perfecto…” (Romanos 12, 2).

Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

Introducción

El verbo renovar tiene una delicada semántica de tinte  mariológico que es necesario desentrañar. El misterio de la dinámica moral del significado se encuentra en el diccionario donde aparece una plataforma de pensamiento sencillo y místico. Renovar: (Del lat. renovāre).  Hacer como de nuevo algo, o volverlo a su primer estado.

Si esa palabra se aplica a una situación fenomenológica se entraría en un campo de la mariología histórica donde se conjugan estos dos elementos, el verbo y el prodigio.

Entonces es necesario ubicar a la dupla de palabras en un entorno definido por la cátedra. En la Iglesia Católica Apostólica y Romana las manifestaciones de la Santísima Virgen María son llamadas mariofanías. Estos fenómenos suelen ocurrir ante los seres humanos de forma individual o colectiva en un lugar geográfico y en un tiempo específico.

Dentro de esas manifestaciones se estudian tres casos especiales que son: renovación, hallazgo y aparición. Los siguientes ejemplos tienen su propia historia para ilustrar perfectamente los conceptos señalados. Renovación: Lienzo de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá (1586) Hallazgo: Conjunto escultórico de piedra Nuestra Señora de la Peña de Bogotá (1685) Aparición: Nuestra Señora de Guadalupe, México (1531).

Ahora, el lector puede entrar en el más famoso caso conocido de renovación de una pintura de la imagen de la Santísima Virgen María que se deterioró y regresó a su esplendor original por gracia de Dios.
 En 1586, doña María Ramos, esposa del sobrino del difunto encomendero, Antonio de Santana, vivía en los aposentos de Chiquinquirá doña Catalina de Irlos, viuda de Santana. En la capilla de esa estancia solariega encontró un lienzo abandonado donde en 1562 se había pintado a la Santísima Virgen en compañía de dos santos. La piadosa mujer lo recogió, lo arregló y lo colocó en un bastidor frente al cual hacía sus oraciones y una jaculatoria: “¿Hasta cuándo, rosa del cielo, habéis de estar tan escondida? La respuesta llegó el 26 de diciembre de 1586 cuando ante testigos la imagen se renovó milagrosamente al cambiar de color entre grandes resplandores.

El porqué María Ramos con sus preces logró semejante portento lo podría explicar  Isaac, el Sirio (siglo VII),  en sus discursos ascéticos, serie 1ª, n° 32.  cuando dijo: “…De igual manera que toda la fuerza de la ley y los mandatos que Dios ha dado a los hombres se cumple en la pureza del corazón, como lo dijeron los padres, así también todos los modos y maneras por los cuales los hombres rezan a Dios se cumplen en la oración pura. Los gemidos, las prosternaciones, las súplicas, los lamentos, todas las formas que puede tomar la oración tienen en efecto su fin en una oración pura... La reflexión no tiene nada más que lo que tiene: ni oración, ni movimiento, ni lamento, ni poder, ni libertad, ni súplica, ni deseo, ni placer de lo que espera en esta vida o en el mundo venidero; después de la oración pura, no hay otra oración... Más allá de este límite, está la admiración, no hay más oración; la oración cesa, y comienza la contemplación...”

La oración de la señora Ramos cesó y contempló un prodigio que cambió la vida del Nuevo Reino de Granada y su proceso de evangelización.

Sin embargo, entre la oración y la contemplación se vivió un momento único e imprescindible, la renovación.

Desarrollo

En forma más sencilla se puede explicar con el siguiente esquema:

La renovación del lienzo de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá trasciende la situación fenomenológica para entrar en una dimensión teológica Cristo céntrica. El misterio del milagro se desarrolla de forma trinitaria Oración, Renovación y Contemplación. “…así en el santuario te contemplo para ver tu gloria y tu poder…” Salmo (63-62, 3).

-María Ramos, motivada por la fe, la esperanza y la caridad, postrada en su oratorio en un actitud humilde suplica ver a la Virgen María.  Las tres virtudes teologales le prepararon el camino.

 -La Misericordia del Dios, Trino y Uno, respondió con la reparación del lienzo destrozado donde hay tres figuras la Virgen María con el Niño en sus brazos, san Antonio y san Andrés.

-En la tercera etapa se da la contemplación, el encuentro del alma con la fuerza creadora del Altísimo.

Esa situación, ocurrida en 1586, es un llamado actual y constante para que la humanidad vuelva a vivir el Sacramento de la Reconciliación donde se repite el misterio de la renovación.

La Madre de Dios en su eterna pedagogía, de la complejidad de lo simple, se permitió recordarles a sus hijos la urgente necesidad de de la salvación con un suceso que remite especialmente al sacramento base para el encuentro con Dios, la reconciliación.

El penitente en su acto de contrición y acusación de sus yerros ante el sacerdote ora para que su súplica implore la misericordia de Dios. El Altísimo responde con la limpieza del alma, le devuelve a un estado de pureza angelical. Así el hombre puede contemplar la virtud de la misericordia divina.

El modelo es simple:

1-El penitente se sumerge en la oración como un acto preparatorio para la confesión.

“Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado” (Salmo 50, 3-4).

2-El penitente recibe la absolución con lo cual el alma se renueva por la gracia de Dios y vuelve a su estado angelical.

“Tus pecados te son perdonados”. Lc 7, 48.

 “Como se levanta el cielo de la tierra,
 Se levanta su bondad sobre lo fieles;
Como dista el oriente del ocaso,
Así aleja de nosotros nuestros delitos”. Salmo 102.

3- El alma libre del pecado contempla a su Creador en la Eucaristía.

 “Toda explicación teológica que intente buscar alguna inteligencia de este misterio, debe mantener, para estar de acuerdo con la fe católica, que en la realidad misma, independiente de nuestro espíritu, el pan y el vino han dejado de existir después de la consagración, de suerte que el Cuerpo y la Sangre adorables de Cristo Jesús son los que están realmente delante de nosotros”. Pablo VI. El  credo del Pueblo de Dios (30 junio 1968), 25: AAS 60 (1968), 442-443.

En síntesis, cuando se habla de renovación en el campo iconográfico se abre la opción de profundizar en el sacramento del perdón como una gran invitación de María Santísima a sus hijos para que regresen a las moradas del amor eterno, el Corazón de Jesús. Ese llamado se replica en el Continente de la Esperanza como una súplica bíblica: “convertíos”.


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