miércoles, 2 de julio de 2014

La promesera



Por José Joaquín Casas Castañeda

Promesera del alma,
Fugaz trigueña
Que vas hacia la Virgen
Chinquinquireña:

Peregrina devota
De ojos luceros,
Soberana entre corte
De promeseros.

La Virgen del Rosario,
Madre bendita,
En sus brazos te acoja
Promeserita.

Huéspeda de una noche,
Fugaz viajera,
Ya dejas la posada
De La Cabrera.

El tiesto de claveles
Do uno cogiste,
Y toda la posada
Se queda triste;

Y los otros claveles
Ven con despecho
Al que tú preferiste
Para tu pecho.

Bajo el sol de diciembre
Pasear veo
Rosadita la cara
Del asoleo.

Gracia va derramando
Tu faz lozana;
Como reina te mima
Tu caravana;

Y hasta el brioso pajizo
Que vas montando
Marcha ufano del peso
Que está llevando.

Cuando llevas contigo
Todo cautiva:
El leve sombrerillo
Con siempreviva,

El sillón de gamuza
De antigua usanza,
La gualdrapa con fleco
Verde- esperanza,

 La gasa que te adula
 Jugando al viento
 Dando al talle garrido
 Más movimiento.

¿De do vienes? ¿Qué buscas?
¿Un bien perdido?
Avecica de paso,
¿Dónde es tu nido?

¿Qué pides a la Virgen?
¡Si yo supiera
Por qué pena, qué angustia
Vas promesera!




Vas un voto cumpliendo
Piadosa y bella;
Parece que contigo
Viaja una estrella.

Feliz ¡ay! Quien merezca
Por su ventura
Ser objeto de un voto
De tu alma pura.

¡Feliz pueblo tu pueblo!
¡Feliz tu madre!
¡Más feliz aquel hombre
Que a ti te cuadre!

Feliz quien, donde todo,
Todo es cambiante,
De posada siquiera
Te halló un instante,

Y en su pecho, cual perla
Que diera un hada,
Guarda oculto un destello
De tu mirada!

¡Ay! Adiós… en tu corte
Lleva un cautivo;
Llévame, te lo ruego,
De peón de estribo.

Yo haré tales prodigios
Que viajar puedas
Sin que te ajen lloviznas
Ni polvaredas.




Cuidaré del pajizo
Con tanto empeño
Que él y todos entiendan
Que soy su dueño.

Como buen escudero
De firmes brazos
Lo guiaré del cabestro
Si hay malos pasos.

Te daré de refresco,
Si arden las horas,
Frutas de curuberas
Y zarzamoras.

Cantaré con tu coro
De cantadores,
Villancicos, plegarias,
Coplas de amores.

Y cual buen promesero
De cuando en cuando
Milagros de la Virgen
Te iré contando.

De esta senda mil veces
Fui peregrino;
Como nadie ¡viajera!
Sé yo el camino.

La tierra adonde viajas
Es tierra mía,
Dulce y cara a la Virgen
Santa María.



No hay en toda Colombia
Ni en patria alguna
Valle como el que es mío
Por mi fortuna.

Es tierra milagrosa,
Donde se hermana
Con la gracia divina
La gracia humana.

¡Chiquinquirá!...¡qué nombre!
Voz de poeta,
Suena como cascada
De pandereta.

Ese nombre leyendas
De fiestas narra
Con el mágico hechizo
De la guitarra;

Con el aire mimoso
Del patrio arrullo
Del robledo aborigen
Lleva un murmullo.

Ese nombre en las cuerdas
Del alma mía
Dice infancia, inocencia,
Luz, armonía.

Ya verás qué tesoros
Mi valle encierra;
De robar tu cariño
Digna es mi tierra.




Ya, de azules neblinas
Por entre el velo,
Sobre el limpio horizonte
De lago y cielo,

Ya verás dibujarse
Suaves y finas
Las combas virginales
De sus colinas;

Y allá lejos, radiante
Como estrella
El fanal de la Virgen
Que amor destella.

Allí turbios de llanto
Miran los ojos,
Allí todas las penas
Llegan de hinojos.

Cada cual con su cuita
Lleva esperanza
De que allí está el remedio
Y allí se alcanza.

Vamos, niña, a mi tierra
Para los sueños
Nada como mis valles
Chiquinquireños.

Allí todo florece,
Todo es donaire,
El ambiente es fragancia,
Música el aire.




Hay bosques encantados,
Pardos rastrojos,
Claros lagos que ensueñan
Como tus ojos.

Los sauces de sus vegas
Son trovadores
Que lloran cabizbajos
Penas de amores.

Las garzas, como ninfas
De la laguna,
Ven rielar entre juncos
La blanca luna.

Populares orquestas
Difunden gratas
Galerones de fiestas
Y serenatas;

Y hay ventanas curiosas
Con cortinillas
Que se pliegan discretas
Como a hurtadillas.

Y esa blanda, armoniosa
Tierra de flores
Lo es de bravos jinetes
Y tiradores.

Que en la paz y en la guerra
Saben su oficio,
Listos para los toros
Y el sacrificio.




Promesera del alma:
Que en su recinto
Te hagan sombra los robles
Del Terebinto;

De su clara corriente,
Que al baño invita,
Los raudales te brinde
La Veranita.

Te refieren la historia de
De sus pesares
Los sauces que sollozan
En Apallares.

¡Vamos, niña, a mi tierra!...
¿Te vas?... ¡fue un sueño!
¡Venturoso mi valle
Chiquinquireño!

¡Ay, adiós! dime al menos
Con la mirada
Que un recuerdo te llevas
De esta posada.

Cuando llegues al valle
Que en sueños miro,
Da, viajera del alma,
Por mí un suspiro;

Y ruégale a la Virgen
Que a un triste pecho
¡Ay! le cure la herida
Que tú les has hecho.


Tomado de Poemas criollos. Imprenta del Corazón de Jesús. 1932.

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