jueves, 16 de marzo de 2017

Colombia y la Inmaculada



Obscurecía…
En la vetusta puerta
de casa colonial a sus biznietos
la centenaria vieja les refiere
historias de otros tiempos…

La inmaculada Virgen, hijos, dice,
es patrona del pueblo.
Ante su imagen santa se formaron
mis padres y los vuestros…
inspiración bebieron los poetas,
raudales de heroísmo los guerreros,
serenidad los mártires,
las viudas y los huérfanos consuelo,
perdón los pecadores
y santidad los buenos…

El dosel de la Virgen de Colombia
es el azul turquí del firmamento.
su frente ciñen nuestras verdes gemas,
de los Andes soberbios,
la nieve forma su  lujosa túnica,
y entre las flores de aromados pétalos
arden ante su altar cinco millones de
fervientes católicos.

Los ecos
del Tequendama horrísono, al murmurio
del Meta en la llanura, los acentos
de las fieras del bosque, y de las aves
los dulces trinos, formaban un concierto
que llegaba hasta la Virgen,
quien quebranta a la sierpe del infierno
que mordió la bandera de la patria
 y quiere en ella inocular veneno
que mancille su honor.
A mi memoria
acuden los recuerdos…
los ancianos contaban
las fiestas que se hicieron
cuando la España y sus colonias Reina
nombraron a la Virgen.

Aún conservo
con vívidos colores en la mente
el triste cuadro del adiós eterno
dado a mi padre cuando fue la patíbulo
a morir por la Patria.

De su cuello
pendían la medalla y el rosario:
¡regalo de mi madre! Voló al cielo
musitando:¡María!

Como el arca
llevada al campamento,
la imagen de la Virgen infundía
valor a los patrióticos ejércitos.
Ella nos dio la independencia.

Cuando
luchaban con las huestes de Barreiro.
los soldados invictos,
las viudas y los huérfanos
de los valientes mártires
que para darnos libertad murieron,
levantaban sus manos inocentes
que clamaban venganza hacia los cielos,
y la Virgen bendita presentaba
las preces ante el trono del Eterno,
por ella nos daba la victoria
el Dios de los ejércitos…


En los mares sangrientos de la guerra
fue la Virgen el lucero
que iluminó la ruta
que nos condujo al puerto,
do la princesa Libertad reinaba
empuñando del orden áureo cetro.

Al árbol secular del República
no la herirá la tempestad ni el tiempo
que se alimenta con robusta savia
que mana pura de virgíneos pechos;
levantará sobre las aves todas
el cóndor de los Andes raudo vuelo,
porque ha puesto su nido en el regazo
de aquella cuyo imperio
se extiende por los mundos siderales
y tiene como límite lo eterno.

Es la Virgen el lirio de los campos
de la montaña el cedro,
el verde olivo de a la paz, la fuente
de la vida, el oasis del desierto,
el bálsamo del alma
y el sol del firmamento.

Ella es la inteligencia
y el corazón del colombiano pueblo,
el rey andino, cuyo pico tiene
corona de laurel, del nuevo reino
la granada, la fértil cornucopia,
la libertad y el orden, los amenos
cármenes arrullados por las ondas,
las aves, los  veneros
del metal gualdo, los azules mares,
la íbera franja de color de fuego
¡Escudo de la Patria!...
bandera tricolor de nuestro suelo.

A la Virgen sin mancha amadla siempre;
que ella es la madre del amor eterno,
la Reina de Colombia,
la soberana emperatriz del cielo.

Calló la anciana. Lágrimas surcaban
su rostro. Los biznietos
mirábanla en silencio respetuoso,
y la luna de pálidos reflejos,
asomando la faz entre las nubes,
daba al cuadro matices de misterio.

Poema de fray Bernardo Merizalde (español, agustino recoleto) que habla sobre la histórica devoción por Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Tomado de Antología Mariana, Eduardo Trujillo Gutiérrez, Pbro. Bogotá, 1941.



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