Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
El rector del Santuario de
Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, fray Nelson Novoa, O.P., levantó su
voz en la fiesta patronal del santo rosario (7 octubre) y lanzó varias
preguntas al gentío que se quedaron sin respuesta. La vehemencia del discurso
calló otras, que le corresponde a la venerable Orden de Predicadores contestar.
Y el cuestionario resulta
extenso y doloroso porque parte del temario lo debe responder la autoridad
civil y sus fracasos. Además, existen
las interpelaciones escritas en la conciencia de los raizales. Ellos, los
chiquinquireños, no las hacen porque no les interesa cambiar para mejorar.
Como nadie responde por las arengas
del clero, los comerciantes y las autoridades municipales, entonces son los
peregrinos los encargados de indagar. Un resumen de las interrogantes, sin
solución, cuestiona:
¿Por qué se reza una especie
de jerigonza incómoda que dice: “Alégrate María, el Señor está contigo” y no el
avemaría como Dios manda? ¿La teología del santuario mariano ya no tiene vida?
¿Por qué no hay confesores a
diario en la basílica? ¿La carta de su santidad Pablo VI a los rectores de los
santuarios marianos (mayo 1971) pasó de moda?
¿Por qué no hay personal
capacitado para atender los museos de la Renovación y el de la Coronación?
¿Por qué se publica
información de calidad conceptual deficiente y con errores garrafales de
ortografía y de historia sobre el misterio de la renovación del lienzo de la
Virgen?
¿Por qué no hay funcionarios dedicados
a recibir a los turistas y peregrinos en la terminal de transportes? ¿Por qué
no hay una información adecuada para que los católicos no confundan basílica
con catedral?
¿Por qué no se ha solucionado
el problema del desabastecimiento del agua? ¿Por qué san Andrés sigue sin su
cruz en el parque David Guarín?
¿Hasta cuándo Chiquinquirá tendrá en sus
hijos, que viven de la romería, un monumento a la indiferencia? Sus frases son: “no hay, no sé dónde queda,
no se vende, no está, no se abre a esta hora, no tengo idea, el encargado no
vino y no se puede”.
¿Por qué los grupos musicales
de compositores nacionales y particularmente los de Chiquinquirá no tienen
mayor cabida en las fiestas patronales del santuario?
¿Por qué los mariachis cantan
Guadalupana en la fiesta de la Virgen
de Chiquinquirá? ¿Será que no hay
identidad ni folclor musical en Colombia?
¿Por qué en la Casa de la
Cultura no se promueve un curso de historia de la Ciudad Promesa, entre otros
temas vitales para la memoria?
¿Por qué la Plaza de la
Libertad se convierte en el recinto del libertinaje? ¿Por qué no se cambia la
estatua de Bolívar, que le da la espalda al templo, y se coloca un ángel de
rodillas frente a la basílica? ¿No sería mejor llamarla la Plaza de la
Anunciación?
La lista es extensa y el trauma lacerante porque como bien lo expresó el obispo de Tunja,
monseñor Maldonado Calvo, cuando el entredicho canónico de 1918: “la ciudad es
de la Virgen y no la Virgen de la ciudad”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario