jueves, 26 de septiembre de 2019

El patronazgo de María en la encomienda de Suta



Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

“Tú eres la estrella que guía a Colombia
Pinta de lienzos en Sutamarchán (bis)”.

La biografía de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá tiene un prefacio escrito en tres espacios del territorio muisca de Boyacá, tributario del rey Felipe II de España.

El eje geográfico ocupa una trilogía de asentamientos: Tunja, Suta y Chiquinquirá. El justo medio, el punto articulador, le correspondió a Sutamarchán donde la memoria del suceso conservó un hecho vital: la entronización de una pintura de Alonso de Narváez en la capilla doctrinera,1562.

El concepto teológico de Madre de Dios fue expresado y sustentado por un elemento iconográfico. La imagen fue plasmada sobre una manta de algodón por primera vez en el Nuevo Reino de Granada.

Ese episodio, tan olvidado, vuelve a las páginas del relato oral por parte de un conocido devoto, don Marcos Suárez. El buen chiquinquireño contempló los detalles de ese pasaje desde la perspectiva de su fervor mariano

Suárez planteó un tema para la conversación sobre la remembranza autóctona de los acontecimientos:

“Me llama la atención que en los Aposentos de Suta fue entronizado el lienzo de la Virgen por primera vez en el año de 1562. Además, Ella después de muchos años regresó a este lugar para recordar la historia (12 de agosto de 1919). El lienzo tiene su etapa de sufrimiento, desprecio, abandono y todas las cosas que le ocurrieron cuando fue llevado de la encomienda de Suta a Chiquinquirá, lo quitaron y lo usaron en cosas, para las cuales no había sido elaborado, esa es la verdad. En este primer viaje el lienzo es llevado en un trasteo como un objeto más. Muy distinto a los acontecimientos que ocurrieron cuando regresó a visitar a la que fuera su primera morada. Ella llega coronada como Reina de Colombia. Aparece acompañado y en procesión, bien adornado. Totalmente diferente a como salió de aquel lugar. Es un misterio. Sale destruido el lienzo y vuelve renovado. Sale sin ningún título y regresa como Reina y Patrona de Colombia. Sale como objeto de trasteo y regresa majestuoso en hombros de sus hijos.

Qué misterio tan grande es este. Siento que Dios inspiró a esas gentes para que se desviaran del recorrido porque la ruta era pasar por Sutamarchán y no ingresar a aposentos. El lugar queda como a tres kilómetros del pueblo. Cuando tuve la oportunidad de ir a conocerlo conduje por una carreta y luego bajé por una callejuela hasta entrar al lugar. Uno se pregunta: ‘a esas personas porque se les ocurrió aquello’. Tuvo que ser alguna inspiración divina para llevar a la Reina de regreso a su primera casa. Fue el primer aposento de María Santísima en la advocación del rosario”.

El diálogo con los cuestionamientos requiere de ciertos recuerdos para ajustar la temática a la línea de tiempo.

-1578. Encomienda de Suta. El cura de almas, Juan Alemán de Leguizamón, quitó del altar de la capilla el cuadro roto, sucio, borroso e inservible para el ejercicio de la catequesis. Los trazos diluidos, por efectos de la lluvia y el viento, no podían definir las figuras de la Virgen del Rosario acompañada de dos santos, Andrés apóstol y Antonio de Padua. El presbítero le entregó ese trapo a su dueño, el encomendero Antonio de Santana, que lo envío para su domicilio de Chiquinquirá.

-1586. La tela fue renovada por la gracia del Espíritu Santo. Milagro documentado por los funcionarios de la Corona española, el clero secular y por miles de testigos nativos. El prodigio cambió el derrotero de la evangelización en la naciente sociedad mestiza.

La trayectoria del retorno

La Santísima Virgen María, modelo de la vida cristiana, en uso de sus atributos de primera evangelizadora transitó por Sutamarchán. “En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud…” (Lucas 1, 39.)

  
El contagio del sarampión

La Madre del Verbo volvió a Suta con su nombre de advocación raizal. Allí pernoctó en la noche del 2 al 3 de diciembre de 1587. Llegó por el camino de Tinjacá.

“…Salió pues de este pueblo la procesión para el de Suta: donde tuvo esta Soberana Reina su primera asistencia, y a quien los indios por el antiguo conocimiento, que de ella tenían, por haber estado en su iglesia le profesaban mucha devoción; que manifestaron en la ostentación con que salieron a recibirla, más de una legua fuera del pueblo, con cruz alta en procesión, y con tantas luces, que habiendo cerrado la noche no se echaba menos la del sol. Entró a su antiguo pueblo y casa esta soberana Reina con más ostentación, y decencia, que con la que salió del para Chiquinquirá…” (Cf. Fray Pedro de Tobar y Buendía, O.P., Verdadera histórica relación del origen, manifestación y prodigiosa renovación por sí misma y milagros de la imagen de la Sacratísima Virgen María Madre de Dios Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Edición facsimilar de la primera edición de 1694. Instituto Caro y Cuervo. Bogotá, 1986. Págs. 57-58).

La peste de Santos Gil

La Virgen de Chiquinquirá pasó a Sutamarchán el 19 de agosto de 1633. Tobar y Buendía, O.P., escribió: “…Y con la misma la recibieron en el de Suta: donde habiendo hecho estación, mientras se le cantaba una misa por ser aquel pueblo especialmente de esta soberana Reina, por su primera residencia”. (Pág. 108).

El padre no habla de que haya regresado a la antigua capilla de la encomienda. La razón es que los aposentos estaban ubicados en zonas distantes de las urbes hispanas para poder explotar la fuerza laboral de los naturales.

La prisa de los encargados de transportarla sustenta el no desvío a su primer templo. La comitiva iba camino de Tunja y Santafé de Bogotá con la urgencia de atender a las víctimas de la infección. El reino estaba gravemente enfermo porque los notables se morían.


La epidemia de viruela

El 4 de septiembre de 1841, la Patrona partió en hombros de los frailes dominicos para la ciudad de Tunja. La misión era la de interceder ante su Hijo para curar a sus habitantes del contagio. La tradicional ruta indica que pasaron por Sutamarchán, sin pompa ni fiesta, tanto de ida como de regreso. La Dolorosa lloró por los estragos de la Guerra de los Supremos.

El desfile triunfal

La Virgen Morena lució su diadema real en su vetusta morada de Suta, en 1919. Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”. (Apoc. 12, 1).

 “¡Qué de emociones sentirían los acompañantes de la imagen en los Aposentos! No es de extrañar que el R. P. Marcelino Páez, hijo de Chiquinquirá y dominico, estuviera muy inspirado en su panegírico predicado en aquel bendito lugar…” (Cf. Fr. Andrés Mesanza, O.P.  La Coronación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Editorial Sur-América. Caracas, Venezuela, 1934. Pág. 157).

En síntesis, la Rosa del Cielo, en la decena de grandes peregrinaciones desde su santuario boyacense, dedicó cuatro a presentarse en las tierras de Suta. La esencia de aquellas romerías guarda un especial significado místico. En 1587 enseñó el arcano de la renovación y para 1919 elevó su modesta nacionalidad a la categoría de realeza celestial. “Me llamarán bienaventurada todas las generaciones. (Lucas 1, 48).

Quiera Dios que la bendecida comunidad de Sutamarchán recupere aquel lugar primero como parte vital del patrimonio cultural de la Nación.

Sería un gesto de país soberano levantar una capilla en los aposentos para honrar a la Virgen Nacional con misas y romerías. Acto engalanado con el himno de la población cuyas notas cantan: Apadrinaron a Nuestra Señora y la llevaron a Chiquinquirá”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario