Pbro. Gerardo Sanín Echeverri. (†)
La fuente primordial del conocimiento de la historia de nuestra
salvación es la revelación bíblica que la iglesia va asimilando progresivamente
como lo muestra el avance prodigioso en los últimos siglos de los dogmas
marianos. Aunque tengamos una luz cada vez más brillante nunca cesará la
evolución del conocimiento de la fe sobre las bases firmes de la revelación
bíblica y la tradición apostólica. Por eso el esfuerzo humilde para seguir
cavando en la cantera inagotable del conocimiento de la historia de nuestra
salvación que nos permita ir completando la síntesis armoniosa de la
realización del plan de Dios en Cristo y María para la redención de la
humanidad.
Desde sus principios la Iglesia ha meditado con amor y piedad los datos
bíblicos sobre el lugar de María en la historia de la salvación hasta llegar en
Éfeso a la proclamación de la Theotokos como sólida base y fulgente corona del
conocimiento de Nuestra Señora. Los hizo reconociendo en el Nuevo Testamento
las figuras y tipos de Maria y de su divino Hijo en la revelación veterotestamentaria.
San Pablo fue cantero excepcional en la antigua cantera con su paralelo Adán. -Jesús.
Nuestra Sociedad Mariológica puede presentar un valioso y documentado estudio
de su fundador, el P. Struve, sobre los tipos de María en los padres
preefesinos. Allí encontramos toda la teoría tipológica, su vinculación con los
tipos cristológicos, el testimonio de 13 tipos de María en 205 testimonios de
127 citas de 45 Padres de la iglesia.[1]
Hay también un valioso aporte de nuestra Sociedad en el hermoso trabajo
de Monseñor Olavio López Duque, publicado en el No. 52 de Regina Mundi, sobre “LA HIJA DE SIÓN EN EL SALMO 87”. Para
evitar equívocos es útil tener presente desde ahora lo que afirma el cardenal
Joseph Ratzinger, en su estudio sobre la piedad mariana publicado en 1992 “LLENA
ERES DE GRACIA”: “la identificación tipológica entre María y Sión lleva
a una gran hondura...” María es Sión en persona, lo cual significa que ella
vive plenamente lo que quiere decir con “Sión”. (VÉASE “MARÍA.
IGLESIA NACIENTE”. POR JOSEPH RATZINGER Y HANS URS BALTASAR. ENCUENTRO
EDICIONES MADRID. 1999).
En el Congreso Mariológico con ocasión del VII centenario del Santuario
de Loreto en 1995 el mismo cardenal Ratzinger afirmó: “Hoy apenas se discute
ya que esta palabra del ángel trasmitida por Lucas recoge la promesa de
Sofonías 3.14 que está dirigida a la hija de Sión y le anuncia que Dios habitará
en medio de ella”.
La historia de los tipos de María, como abundante y florida cosecha
para pulir y abrillantar la imagen de Nuestra Señora nos lleva a la época
medieval en que toda página del Antiguo Testamento exhalaba fuerte olor mariano,
como se le ha criticado especialmente a san Andrés de Creta, hasta los primeros
tiempos modernos que obligaron a la Iglesia a prohibir la excesiva abundancia
de tipos, títulos y figuras marianas y reducirlas a las 49 invocaciones de las
letanías lauretanas.[2]
El Concilio Vaticano II parece justificar la investigación de nuevos
tipos marianos, aún sobrepasando los rígidos límites puestos por la Iglesia en
el siglo XX. Tanto la Comisión Bíblica como la Encíclica Divino Afflante
Spiritu de Pío XII en 1943 limitan la exposición de tipos bíblicos al
cumplimiento de algunas de las siguientes condiciones:
· Lo indican y enseñan el mismo Divino Salvador
o los Apóstoles siguiendo el
ejemplo del Maestro.
ejemplo del Maestro.
· Lo demuestra la doctrina tradicional perpetua
de la Iglesia
· Lo declara el uso antiquísimo de la liturgia
donde pueda aplicarse el adagio
“Lex orandi, lex creendi”[3].
“Lex orandi, lex creendi”[3].
La segunda condición es especialmente difícil porque limita a los tipos
expuestos por los Padres de la Iglesia. Esto hizo que la Comisión redactora del
capítulo mariano de la constitución sobre la Iglesia pusiera dificultad en
admitir el tipo de “María, la excelsa hija de Sión”. Sin duda bajo la
inspiración del Espíritu Santo los Padres Conciliares aprobaron este tipo
mariológico que está consignado en el siguiente párrafo del capítulo octavo de
la Constitución sobre la Iglesia.[4]
#55 “La sagrada Escritura del Antiguo y del Nuevo Testamento y la
venerable Tradición muestran en forma cada vez más clara el oficio de la Madre
del Salvador en la economía de la salvación y por así decirlo, la muestran ante
los ojos. Los libros del Antiguo Testamento describen la historia de la
salvación, en la cual se prepara, paso a paso el advenimiento de Cristo al
mundo. Estos primeros documentos, tal como son leídos en la Iglesia y son
entendidos bajo la luz de una ulterior y mas plena revelación, iluminan cada
vez con mayor claridad la figura de la mujer Madre del Redentor; Ella misma,
bajo esta luz, es insinuada proféticamente en la promesa de victoria sobre la
serpiente, dada a nuestros primeros padres, caídos en pecado (Cf. Gen. 3.15) Así
también es la Virgen que concebirá y dará a luz a un hijo cuyo nombre será Emmanuel
(Cf. Is. 7.14 Mich. 5.2-3 Mt. 1.22-23). Ella misma sobresale entre los humildes
y pobres del Señor que de Él esperan con confianza la salvación. En fin, con
Ella, excelsa hija de Sión, tras larga espera de la promesa, se cumple la
plenitud de los tiempos y se inaugura LA NUEVA ECONOMÍA cuando el Hijo de Dios
asumió de ella la naturaleza humana para librar al hombre del pecado mediante
los misterios de su carne”.
Aparece clarísimo el tipo de Maria en la Hija de Sión, en quien se
cumple la plenitud de los tiempos y se inaugura la nueva economía tras larga
espera de la promesa. Tipo de María no comentado por los Padres de la Iglesia.
Solo hay una referencia de Teodoro de Motpuesta condenado por el Papa Virgilio
por usar este tipo de Maria.[5]
Tampoco parece gustarle esta figura de María al P. Narciso García
Garcés C.M.F. autor del comentario de la BAC al capítulo octavo de la
Constitución sobre la Iglesia. Al comentar la forma como el Concilio se refiere
a la “Praecelsa Filia Sión” escribe:
“Aquí el Concilio se hace eco de una corriente moderna
que bajo los nombres de ''Hija de Sión”, “Nueva Sión”. “Nueva Jerusalén”, etc.,
ve en figura a la mujer madre de muchos pueblos. El tema es delicado y de aplicación
difícil: ¿está probada la validez del método? ¿Está definido si esa nueva hija
de Sión es la Virgen o es la Iglesia? ¿Hay tradición bastante entre los Padres,
teólogos o grandes exegetas para admitir de barata esa interpretación que hasta
hace bien poco tiempo se habría llamado lisa y llanamente una acomodación?
¿Tiene más fundamento tradicional esa aplicación de la “hija de Sión” a la
Virgen que a la aplicación del “signun magnum” del Apocalipsis, que aún le
regatean muchos?”[6].
Le queda el consuelo al P. García de decir que el Concilio se refiere a
esa corriente sin sancionarla con su autoridad. El argumento que presenta es
que no alude a ninguna cita bíblica como sí lo hace en el protoevangelio o en
el Emmanuel. Para contradecir el minimalismo del P García voy a presentar una
visión personal de lo que podría entenderse como excelsa-hija de Sión, figura
de la Virgen María.
Lo primero que debemos tener muy en cuenta para interpretar tanto el
sentido literal como el típico o espiritual es la cultura semítica en que
fueron escritos los libros del Antiguo Testamento. Una cultura radicalmente
opuesta a la indoeuropea de Grecia, Roma, la India. Que se caracteriza ante
todo por su monoteísmo, firme todavía en las culturas judía, cristiana y
mahometana. Para los semitas la historia es lineal, mundo creado por Dios y que
avanza, gobernado por su providencia hacia fines predeterminados. Las culturas
indoeuropeas conciben la historia como cíclica, todo gira alrededor de sus
dioses y vuelve a comenzar. El hombre semita se entiende como libre, que puede
alejarse por el pecado del Reino de Dios, o colaborar al designio amoroso de la
salvación mediante un Mesías que trae la salvación para integrarse
definitivamente al reinado de Dios. Dios actúa en la historia y es el juez de
todos. El nuevo testamento debe imponer esta visión a culturas politeístas, con
hombres dominados por un destino ciego sin esperanza de un reino universal ni
espiritualización de las tendencias naturales. Recordemos el discurso de San
Pablo en el areópago ateniense en que la cultura griega mostró su incapacidad
para aceptar una verdad distinta de sus mitos y de su filosofía.[7]
Lo segundo para entender el sentido típico es tener en cuenta las
características del profetismo de Israel de los siglos octavo y cuarto, de
Isaías a Daniel. Un movimiento de una excelsa espiritualidad, que se mueve con
el hilo conductor del mesianismo. Es un fenómeno complejo. El futuro se
presenta como liberación de la cautividad del pecado, manifestada en Babilonia,
para alcanzar una prosperidad evocada en los tiempos davídicos y que el pueblo
entendió como prosperidad e independencia que traería un Mesías -rey guerrero y
triunfante con un universalismo de victoria sobre reyes y pueblos vecinos. Solo
el capítulo 52 del deutero Isaías y una alusión de Sofonías presentan un Mesías
espiritual que salva, no por las armas, sino por la entrega de su vida para
establecer un reinado de justicia y amor, no propiamente de prosperidad
temporal. Los salmos proféticos presentan un universalismo distinto del
temporal. En los profetas hay una visión del futuro distorsionada a veces por
un futuro cercano cuando alude a tiempos lejanos. El mismo profeta parece no
ser consciente algunas veces de lo que anuncia.
Hay que recordar el anuncio de Jeremías en el capítulo 28 cuando
reprende a Ananías de parte de Dios por haber engañado al pueblo con falsas
ilusiones proféticas; “El profeta que profetiza prosperidad solo al
cumplirse su palabra será reconocido como profeta auténtico, enviado por el
Señor”.[8]
Aclaremos brevemente los términos: Sión, la ciudad conquistada por
David y hecha la capital de Israel o sea Jerusalén. Al lado oriental de la
ciudad se eleva el monte de Sión lugar del templo construido por Salomón.
Morada de Yahvé, donde reposaba el arca de la Alianza en el santo de los
santos. El Dios altísimo que vive en el cielo habita en su santo monte, donde
recibe el culto y se comunica con su pueblo. Jerusalén es la ciudad del gran
rey, como dice el salmo 47[9],
tenemos en Sión el reinado de Dios y por eso el día de la salvación, de la
liberación del cautiverio, afluyen lodos a Sión y reyes y pueblos de todas las
regiones a prestar tributo y adorar al Señor.[10]
Con el tiempo se construyeron palacios en la parte occidental de la ciudad en
una Sión ampliada y después de la Ascensión de Cristo se hablaba de la Sión
cristiana que era el Cenáculo.
Hija de Sión
En el hebreo antiguo toda relación entre personas se enuncia con BEN (hijo
de) ejemplo más claro es el de Jesús en el capítulo noveno del evangelio de San
Mateo.[11]
Los fariseos lo hostigan porque ellos y los discípulos de Juan ayunaban y los
discípulos de Jesús no ayunaban. Jesús les dice: “¿cómo van a ayunar los
amigos - los hijos de la cámara nupcial del novio, mientras él está con ellos? Estos
“hijos” en las bodas judías son invitados especiales para animar la fiesta y
están dos más especiales, los paraninfos, que deben acompañar en todo al
esposo. La “Hija de Sión” es el pueblo de Israel que tiene alianza con el
Señor, pero más especialmente el resto que fue fiel a la alianza y más
especialmente María como “morada de Dios con nosotros”. Por metonimia
tenemos la identificación de María y la Iglesia en la madre de Emmanuel y el
resto de Israel. Todo el mesianismo profético corre alrededor del hilo
conductor de la HIJA DE SIÓN, como la figura que anuncia en los tiempos
mesiánicos la presencia del Salvador, la morada de Dios con los hombres, los
dones mesiánicos, la nueva ciudad liberada, reconstruida y en la plenitud
mesiánica la nueva Jerusalén el signum magnum,
la mujer que trae al Salvador.
Es claro, entonces que Sión se interpreta como la morada de Yahvé, la
presencia de Dios, la salvación que viene, la acción divina sobre su pueblo y
sobre la humanidad. La historia de toda Israel conduce a esta visión, desde la
peregrinación del Arca de la Alianza hasta su asentamiento definitivo en el
Monte de Sión en la época davídica y su magnífico coronamiento con el templo
salomónico. Isaías, el gran visionario –poeta, inaugura el mesianismo profético
con su visión del Emmanuel, corroborado luego con los ensoñadores cuadros de
regreso de la cautividad que inician la salvación. La elevada poesía y mística
del profeta se interpretaron como triunfo temporal del Mesías rey- guerrero y
esa era la imagen que predominaba en el pueblo judío de la época de Cristo.
El vigor de la figura de la HIJA DE SIÓN es propio de las profecías de
Isaías, aunque se encuentren alusiones en otros profetas y salmos. Hoy se
admite que las profecías que se agrupan en el libro de Isaías corresponden al
menos a tres autores y a distintas épocas que abarcan unos tres siglos. Se
conservan, sin embargo, en todas ellas rasgos peculiares, cierta unidad de
presagios, uso común de imágenes y la misma elevadísima poesía y el misticismo
espiritualista Solo en los cantos del Siervo de Yahvé. Is. 52 ss. Se encuentra
el Mesías sufriente con rasgos tan patéticos y realistas, que lo han hecho
parecer como un calco del evangelio.
Para captar la fuerza predictiva sobre María y la Iglesia de LA HIJA DE
SIÓN predicha especialmente en Isaías, es necesario elevarse al mundo poético-místico
del profeta en toda la significación de su cultura semítica para intuir en las
relaciones humanas de la época la sublime, misteriosa y futura relación de
Yahvé con su ungido, con su madre, con el resto fiel, con el pueblo elegido,
con la humanidad toda. En esas relaciones encontramos la excepcional riqueza de
la revelación velada en imágenes poéticas, en secuencias históricas, en
elaciones místicas, en transportes piadosos, que van comunicando a cada uno lo
que él mismo siente y anhela en su relación con el Dios que mora en su corazón.
Los Padres de la Iglesia buscaban inicialmente un anuncio de VERDAD y una
experiencia jurídica de REDENCIÓN que encontraron especialmente en el
protoevangelio y el paralelo Adán-Cristo. Eva-María. Las elaciones
poético-místicas las tomaron más bien como algo subjetivo de la piedad privada
que no afectaba la revelación oficial y que la Iglesia no asumía bajo su
responsabilidad. Pero hay un campo fértil de objetividad y de una
indescriptible belleza en imágenes poéticas que se nos ocultan al mirar la
escritura veterotestamentaria bajo el prisma de la cultura greco romana con su
filosofía y su juridicismo tan ajenos a la elación poético-mística propia de
los semitas.
No voy a presentar pasajes para comprobar la tesis. El tipo mariano
aparece en conjuntos completos, no en frases aisladas de su contexto. Se
podrían aducir textos del Evangelio, especialmente de parábolas, para mostrar
una relación entre la enseñanza de Jesús y la figura de María y de la Iglesia
en los pasajes relativos a la HIJA DE SIÓN. La liturgia es pródiga en lecturas
alusivas y de fácil interpretación. La literatura bíblica moderna abunda en
aplicaciones de la antigua Sión a la NUEVA JERUSALÉN. Me permito recomendar el
ejercicio personal de empaparse de pasajes mesiánicos alusivos a la HIJA DE SIÓN
y meditar en su contenido profético y en el cumplimiento en la plenitud de los
tiempos y en su alcance futuro para los tiempos escatológicos. Podemos
establecer tres gradaciones: la visión inmediata del profeta y su época, el
cumplimiento en Cristo, María y la Iglesia y la proyección para los tiempos
escatológicos como la encontramos en las visiones del Apocalipsis.
Para captar el tipo debemos establecer primero el antitipo en el nuevo
Testamento. Así brillará la unidad de los Testamentos, con su único autor y
plena revelación que se ha ido desplegando a través de los siglos en la
historia del pueblo elegido, en sus prevaricaciones y traiciones a la Alianza,
en su destierro y destrucción de la joya de Israel -el Templo de Jerusalén- con
su regreso del destierro como imagen de la liberación, de la redención mesiánica.
El antitipo histórico lo encontramos desde la anunciación del ángel a María, su
concepción virginal por obra del Espíritu Santo y toda la vida de Cristo como
Mesías, como EL mismo lo declara según Lucas en la sinagoga de Nazareth. “Hoy
se cumple este anuncio entre vosotros”[12].
El triduo pascual, la fundación de la iglesia sobre la roca apostólica, la
Ascensión y el anuncio de la parusía. Encontramos la figura de esta realidad en
las visiones proféticas del mesianismo, especialmente en el libro de Isaías.
Descubrimos el REINO DE DIOS anunciado por Jesús en los anuncios de la
restauración de Israel. Identificamos al Emmanuel, el hijo de la doncella, con
Jesús el hijo virginal de María. Encontramos la redención del pecado en la
liberación de la cautividad. Para los católicos no hay problema en encontrar a
María y a la Iglesia, ella como madre del Redentor y de los redimidos a los que
da vida eterna en su Hijo que es para todos, vida nueva a la que están
injertados como miembros a través de su cabeza. Así aparece la Iglesia que
también como María es Madre y engendra por el bautismo hijos para el Reino de
Dios. Lo mismo se repite en la plenitud celestial con la mujer del Apocalipsis
y la Nueva Jerusalén que es la Iglesia triunfante.[13]
El tipo de María. Excelsa Hija de Sión proclamado por el Concilio
Vaticano II y frecuentemente traído por la liturgia incluye a María como imagen
y figura de la Iglesia y se aplica a la humanidad en cuanto llamada por Dios
para integrarse en la obra de la redención.
Universalismo que desborda la visión a veces recortada de las profecías
que solo hablaban de Israel.
La figura de María como hija de Sión tiene un enorme contenido
dogmático, poético, místico y piadoso. En ella encontramos la morada de Dios,
la madre del hombre-Dios, la madre de la vida espiritual y dispensadora de las
gracias, la asociada a su hijo en la obra de la redención, la glorificada junto
con su hijo e imagen de todos los redimidos. Un tratado completo de mariología
centrado en la verdad clave de la maternidad divina de María. Y esta riqueza se
expande a través del mesianismo profético que va desplegando el plan divino de
la salvación, del inmenso amor del Padre, de la obra maravillosa de la
encarnación del Verbo Divino. En María, la Excelsa Hija de Sión encontramos los
bienes extraordinarios de la paz mesiánica, la extensión universal del Reino de
Dios, los hijos de Dios como invitados al banquete de las bodas del Cordero en
que Cristo será la luz y María la fuente de la luz como en la bella imagen del
Apocalipsis (Ap. 21,23).
Aparece así la solidaridad del presente con el pasado y con el
espléndido futuro escatológico. El profetismo mesiánico, con sus brillantes
imágenes, con su vitalidad divina, sigue vivo en nosotros y nos ayuda en el
conocimiento, en la alabanza y en el amor de Dios, especialmente en la
liturgia.
La luz y fuente nos hablan de un único principio redentor. El Monte de
Sión y la Nueva Jerusalén nos muestran el mismo “Dios con nosotros”
siempre con su Madre Santísima asociada a su obra y a su amor. Esta unidad
moral de Cristo y María en la redención nos lleva al Monte de Sión -el
Calvario- en que María se une al Dios con nosotros que entrega su vida por la
salvación de la humanidad y ella la entrega con amor al Padre para unir su
dolor a la muerte de su divino hijo.
Por último. y como a modo de colofón, teniendo presente la relación de
María con el orden hipostático veámosla presente como EXCELSA HIJA DE SIÓN en
este precioso texto de la carta a los hebreos: “Os habéis acercado al Monte
Sión y la ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celeste, a miríadas de ángeles, a
la reunión festiva y asamblea de los primogénitos inscritos en los cielos, y a
Dios, juez de todos, y a los espíritus justos llegados a perfección, y a Jesús,
mediador de nueva alianza” (Cap. 12.22-24).
[2] LA MADRE DE DIOS SEGÚN LA FE Y
LA TEOLOGÍA. Gabriel M. Roschini. Madrid 1955. Vol. II, PARTE TERCERA. SECCIÓN
SEGUNDA. ART. 5 LAS LETANÍAS LAURETANAS. PP 568 SS.
[4] CONCILIO VATICANO II,
Costitucion Dogmatica sobre la iglesia, capitulo octavo: La Bienaventurada
Virgen María, Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia. II.
Oficio de La Bienaventurada Virgen María en la Economía de la salvación. (La
Madre de Mesías en el Antiguo Testamento). Nº 55.
[6] BIBLIOTECA
DE AUTORES CRISTIANOS, Comentarios a la Constitución sobre la Iglesia, Capitulo
VIII, por Narciso García Garcés. C.M.F. Pag. 951. en la página siguiente dice:
“Se metió también el inciso “Praecelsa Filia Sión”, para contentar a los que
miraban a la Virgen como la cima de la preparación mesiánica.”
[13] Ap. 12.
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