jueves, 27 de octubre de 2022

El encanto del salterio

                                                       Foto archivo particular
 


 

Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

El santo rosario no deja de latir en el corazón del credo cristiano. Su cadencia evangélica inunda cada rincón del orbe católico.

Su silente reflexión es la voz del Verbo encarnado. Su historia vive en cada episodio del hombre contemporáneo. La dignidad del catolicismo lo busca para darle otro motivo de santidad a su actividad apostólica.

La pobreza y la dicha de las naciones lo recitan como parte del equipaje por la senda de la vida. La niñez crece bajo su amparo tutelar, herencia de sus mayores. La juventud lo lleva en su pecho para las jornadas sin fronteras. Los adultos, convencidos del favor del cielo, lo propagan en calles y capitales.

El rosario despierta a los sonidos de la jungla amazónica. Los Andes lo guardan como el tesoro dulce de su calor de hogar. La tropa patriótica, marcha de guerra, lo porta como parte de su equipo de combate. Los exiliados lo llevan de la mano para abrir la brecha en la pesada incertidumbre del desarraigo.

Sí, el santísimo salterio de María es la riqueza insondable del creyente en Cristo e hijo de la Iglesia. Las decenas, con su rítmico pasar, desgranan los horarios y las latitudes. No importan las razas, los idiomas o las distancias. La comunidad orante no se apaga.

El trajín santificador de la meditación bíblica, sobre los misterios de la vida Salvador, pasa por los templos, los hospitales, los cementerios, los santuarios marianos y por el anonimato inmenso del sendero de la fe.

 

 

 

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