jueves, 20 de octubre de 2022

El fervor de los alfareros


                                                         Foto Julio Ricardo Castaño Rueda


 

Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

Los promeseros de Ráquira guardan entre sus saberes de arcilla una tradición colonial, secreto del pueblo de olleros. Ellos suben a pie la cuesta que los separa de la Villa de los Milagros para rezar el santo rosario con devoción de peregrinos.

El primer sábado de mes madrugan a buscar a sus paisanos, compadres y vecinos de la mansión para el príncipe chibcha, Tinjacá. Juntos desafían, con la infantería de la devoción, los 400 y tantos metros de altitud que los separan del risueño valle chiquinquireño.

El paso fuerte de agitados resoplidos es acompañado con una plegaria de cruzados, el santo rosario. La camándula, de tagua y crucero mariano, les soporta el conteo de los misterios y las avemarías en una travesía sin tregua contra el cansancio.

Ascienden felices en una competencia de alegrías. La edad y la chicha, el fiambre y el paisaje se unen a esa fila de familias aferradas al valioso legado de sus mayores. La paz campesina de las veredas los anima en su transcurrir de viajeros por el evangelio.

Las preces, perfectamente entonadas en los labios de las matronas o de impertérritos abuelos, se escuchan al compás de la marcha. El salterio de María recuerda los misterios de la vida de Cristo por la sinuosa carretera. El eco de sus voces, lejanas y apagadas, marca los kilómetros con la pulcritud penitencial de los devotos de la Chinca.

El rosario es su llave maestra para implorar misericordia en la basílica de la Patrona. Allá llegarán, jadeantes y victoriosos, a pagarle una promesa a la Rosa del Cielo que intercedió ante su Niño Jesús por las necesidades de su pueblo consentido, los hijos del barro.


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