Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
“No he venido a llamar a justos, sino a pecadores (Lc 5, 32)
La Cuaresma es el tiempo litúrgico de preparación de la Pascua de
Resurrección. Este período comprende desde el Miércoles de Ceniza hasta el
Jueves Santo. El ciclo se caracteriza por combatir la trasgresión al decálogo
con una catarsis del alma a través de la fórmula ALO: ayuno, limosna y oración.
Expuesto el tríptico del sacrificio es necesario acudir a un soporte para elevar
el esfuerzo al plano místico de la entrega al Señor, sin dudas ni temor. María
Santísima es esa columna, de función corredentora, que el cristiano, perdido
en los oasis establecidos por el desierto de las costumbres posmodernas, debe
aferrar. El carnaval es continuo y la denominada “parranda santa” son los
puntos de inicio y finalización para dejar de lado tan delicado proceso de
restauración moral. Las consabidas miserias de la Colombia láit aparecen por
esta época guiadas por la artera tensión del tentador sugerente, fenómeno maligno
que requiere un regreso urgente al cobijo de la gracia.
Colocar bajo el amparo de la Madre de Dios esta tradicional travesía por
las heridas del ser debería ser una necesidad humilde, pero imperativa. María,
la mujer de la Cuaresma, reclama un lugar para participar de la expiación y
darle su sentido liberador en Cristo.
El creyente, criado por los valores de la Palabra, bien podría incluir en
sus prácticas de purificación un tinte de fortaleza interior. Ejemplo, tener un
ayuno inmaculado. (“Desatar las ataduras de la impiedad”. Is 58,6). Una limosna
inmaculada. (“Porque tuve hambre y me disteis de comer”. Mt 25,35). Una oración
inmaculada. (“Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. Mt.6,10).
María de Chiquinquirá, Refugio de los Pecadores, ruega por nosotros.
OH MADRE CLEMENTE Y PIA, ESCUCHAD NUESTROS CLAMORES.
ResponderEliminarBello gesto, bella oración.
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