jueves, 7 de marzo de 2024

Cuadragésima mariana


Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

No he venido a llamar a justos, sino a pecadores (Lc 5, 32)

La Cuaresma es el tiempo litúrgico de preparación de la Pascua de Resurrección. Este período comprende desde el Miércoles de Ceniza hasta el Jueves Santo. El ciclo se caracteriza por combatir la trasgresión al decálogo con una catarsis del alma a través de la fórmula ALO: ayuno, limosna y oración.

Expuesto el tríptico del sacrificio es necesario acudir a un soporte para elevar el esfuerzo al plano místico de la entrega al Señor, sin dudas ni temor. María Santísima es esa columna, de función corredentora, que el cristiano, perdido en los oasis establecidos por el desierto de las costumbres posmodernas, debe aferrar. El carnaval es continuo y la denominada “parranda santa” son los puntos de inicio y finalización para dejar de lado tan delicado proceso de restauración moral. Las consabidas miserias de la Colombia láit aparecen por esta época guiadas por la artera tensión del tentador sugerente, fenómeno maligno que requiere un regreso urgente al cobijo de la gracia.

Colocar bajo el amparo de la Madre de Dios esta tradicional travesía por las heridas del ser debería ser una necesidad humilde, pero imperativa. María, la mujer de la Cuaresma, reclama un lugar para participar de la expiación y darle su sentido liberador en Cristo.

El creyente, criado por los valores de la Palabra, bien podría incluir en sus prácticas de purificación un tinte de fortaleza interior. Ejemplo, tener un ayuno inmaculado. (“Desatar las ataduras de la impiedad”. Is 58,6). Una limosna inmaculada. (“Porque tuve hambre y me disteis de comer”. Mt 25,35). Una oración inmaculada. (“Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. Mt.6,10).

María de Chiquinquirá, Refugio de los Pecadores, ruega por nosotros. 

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