jueves, 7 de junio de 2012

La simpleza de la mariología protestante

La Mariología protestante no es solamente simplista en el sentido de haber reducido la doctrina sobre María, Madre de Cristo, desde un principio fundamental, y por tanto sin remedio o salida del simplismo, a una tesis simple, infructuosa; sino es simplista también por limitarse a una postura negativa, despreciativa frente a otras doctrinas marianas de manifiesta fertilidad intelectual y sentimental.

En efecto, en las iglesias protestantes, la Mariología se reduce al recuerdo, más o menos piadoso de que la tal María fue la madre de Jesús. Por esta razón, aparece en el arte (en los pesebres, en sus puestos tradicionales de las Bodas de Caná y al pie de la cruz, sin que el protestantismo se preocupe ya del fondo o significado dogmático de tal puesto) como por tradicionalismo. Aún en los católicos humildes el ver a María en tal puesto, despierta en seguida conclusiones dogmáticas, pero en el protestante despierta un mínimo de sentimientos piadosos y nada de proyecciones dogmáticas.

Y en cuanto al segundo punto, frente a decires del carácter ubérrimo de la Mariología de los católicos, el protestante se halla en postura de protesta, como lo dice su nombre, porque no le parece bien que "la María" ocupe tanto las mentes de los fieles, ya que según su opinión una Mariología conscientemente cultivada no puede tener otra consecuencia sino desviar el interés de los cristianos del "único mediador" al perjudicial culto de los santos.

Dejamos constancia que estas aserciones sobre la Mariología protestante no las sacamos como conclusiones lógicas del sistema doctrinal del Protestantismo, sino las referimos de propia experiencia.

No recuerdo haber dicho jamás una oración, haber dirigido jamás una súplica a María, Madre de Jesús, ni recuerdo haber oído jamás tal cosa de uno de mis compañeros del colegio protestante. En cambio, las protestas contra las exageraciones de la Mariología católica, teórica y práctica, abundaban a toda hora en los sermones, en las clases de religión, en las conversaciones entre muchachos, etc. Había un interés en quitarle a "la María", como solíamos decir sin respeto alguno, estas atenciones para defender mejor, como creíamos, a Jesús, quien por su parte, no era sino una simple persona humana, con derecho al cariño y respeto de los fieles por su heroica moralidad, pero privada en todo lo que era "protestantismo liberal", de su carácter divino y por tanto de actos de adoración. Se da por lo tanto la situación curiosísima de que donde se daba a Cristo más (adoración por ser verdadero Dios y verdadero hombre), se daba también a María más (Madre de Dios con culto de hiperdulía), y donde se daba a Cristo menos (persona humana admirable por la heroicidad de sus virtudes) también se daba menos a María (nada de veneración para no ensombrecer a Cristo) y al contrario, había un afán en quitar con acento casi hostil a "la María" toda clase de atención.
En verdad, podemos dar a la tenue Mariología protestante el calificativo de "simpleza" en el sentido de hallarla reducida a insignificancia, desaliño e insipidez intelectual y sentimental.

No se puede negar que dentro del protestantismo había tal cual elemento que andando por propios caminos, sospechaba algo de error en esta postura. Podía haber cierto interés cariñoso en María, de carácter positivo, pero tal postura incluía dos consecuencias casi inevitables: primero, se la calificaba como menos protestante, quizá como menos lógica, menos fiel a los principios del protestantismo, y en segundo lugar, se la sospechaba como peligrosa, porque debía llevar al individuo a lo largo cerca del campo católico. Lo que en verdad pasaba en estos casos, fue que cualquier sentimiento positivo frente a María, llevaba inmediatamente a una apreciación diferente de Cristo, acercaba al individuo a la creencia en la divinidad de Cristo y en lógico desarrollo llevaba al individuo cerca de la Iglesia católica, única que con firmeza defendía la divinidad de Jesús y conocía una verdadera Mariología dogmática, mística y sentimental, teórica por tanto y práctica. La historia de las conversiones a la Iglesia católica revela siempre el papel importante de María en estos pasos decisivos, comprobando la justicia del principio católico "Per Mariam ad Jesum".

Así con toda seguridad, el observador desinteresado de la situación dogmática e interior del protestantismo tiene una regla infalible acerca de la distancia o proximidad del protestantismo a la Iglesia católica: cuando desde los tiempos de Lutero, el protestantismo arremete contra María, se está distanciando de la Iglesia católica; cuando en el protestantismo, al contrario, aparece como un retoño tímido el amor a María, las iglesias protestantes estarían aproximándose a la Iglesia católica. Porque lo que sucede en el individuo protestante, sucedería a la Iglesia protestante; la diferencia no es sino de grado y número. Si en Alemania la Iglesia católica conquistó anualmente unos diez mil convertidos, esta conquista se debía prácticamente a María y a sus fuerzas de atracción hacia Cristo Dios.

En la misma vida de Lutero observamos igual desarrollo: cuando su apostasía de la Iglesia católica se perfeccionó por medio de la Bula Decet Romanum Pontificem (del 3 de enero de 1521), Lutero escribió todavía su comentario al Magníficat en el cual leemos: "Estas cosas grandes no son otra cosa que hacerse ella Madre de Dios; en la Encarnación recibió tantos y tamaños beneficios que nadie puede comprenderlos. Porque de ella seguía todo su honor, toda su bienaventuranza y el que ella en todo el género humano sea única sobre todos los demás de manera que nadie la iguala". Pero cuando en 1529 ya niega la Inmaculada Concepción de María, había precedido su matrimonio (en 1525, junio) con la ex-monja cisterciense Catalina de Bora, y su separación de la Iglesia católica se había hecho interiormente con toda decisión.

Como también en la vida de los grandes convertidos a la Iglesia católica, siempre podemos seguir sus pasos de aproximación a ella, si estudiamos sus sentimientos, sus creencias acerca de María, Madre de Dios. "El culto de María, tal como lo practica la Iglesia católica, desde el principio me pareció algo simpático y natural, sin que por esto se sintiese gravada la conciencia. Diré más aún: me encendía de cólera, cuando veía ultrajada la dignidad de la Madre del Salvador; cuando algún pastor desde el púlpito pretendía menguarla y rebajarla, para que resaltase más evidentemente el error de la Iglesia católica. La idea de que si creemos en Dios, su Madre debe ser para nosotros digna de veneración y de amor, me parecía de un rigor lógico inflexible. Así como amaba yo tanto a mi madre, era para mí cosa clarísima que debía amar y honrar a la Madre del Señor". Más tarde escribió esta convertida: "Me arrojé en los brazos, amorosamente abiertos, de la Madre de Dios, balbuciendo: Si como Madre de Jesús, puedes algo, ayúdame. ¡Momento dichoso! La Madre de Dios me recompensó de este primer amor tímido e imperfecto. Al punto Ella obró en mí el prodigio: me relampagueó la idea, un poco confusa aún, de que sólo en la Iglesia católica podía hallar mi salvación". Y después de haber recorrido todo el camino largo y doloroso a la mano de María ("el martirio que espera a muchos convertidos, un martirio incruento, es verdad, pero no menos doloroso, originado por los parientes, por la sociedad y todas las presiones ejercidas en un país protestante sobre los católicos y especialmente sobre los convertidos"), tributó su homenaje a la Madre de Dios por publicar su autobiografía con el título Por María a la Iglesia.

iCuán grande es la distancia entre la insipidez de la Mariología protestante, de carácter defectuoso, negativo y a veces hasta hostil contra la Santísima Virgen María, y toda la abundancia y profundidad de la dogmática católica acerca de la Madre de Dios! Esta extrema pobreza de postura negativa contra "la María" y la profundidad mariana católica (León XIII): "María, quae ipsius generis humani personam quodammodo agebat" en "Octobri mense" del 22 de septiembre de 1891) indican en verdad no sólo dos posturas distintas frente a María, sino a Cristo mismo y a Dios.

Ricardo Struve Haker, pbro.

Por última vez, Señora
Llegamos a tu Santuario:
Venimos a despedirnos.
Virgen Madre del Rosario.

Se acabaron nuestros cantos,
Nuestra música y tambor,
Ni se batirán banderas.
Virgen Santa, en vuestro honor.

Adiós, Virgen de Andacollo,
Adiós, hermoso lucero:
Volveremos a tu fiesta
Para el año venidero.

Coplas con que se despiden los danzantes de Cutún de la Virgen de Andacollo (Chile).

Tomado de Regina Mundi, revista de estudios marianos

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