miércoles, 20 de abril de 2016

Características de la piedad mariana en China


            Con todo, la erección de un santuario no es sino una manifestación de la devoción mariana. El culto que China rinde a la Santísima Virgen y su fisonomía especial no serán bien comprendidos sino enmarcándolos en el cuadro de la civilización en la cual se desarrollaron.

            Ahora bien, tres corrientes culturales y religiosas han ejercido sobre el alma china una influencia profunda: el confucianismo, el taoísmo y el budismo. En sus relaciones humanas, el chino, conforma su conducta a las reglas del confucianismo, mitigado por la filosofía taoísta, mientras que su vida interior es orientada por el budismo.

            Frente al culto mariano, la influencia de la filosofía taoísta permanece débil. El taoísmo en la mentalidad china, representa la contemplación o el misticismo, como el confucianismo la ética. El preconiza el retomo a la naturaleza, se subleva contra lo artificial. El está, en materia de arte y de literatura, en favor del campo y de la naturaleza. Tiene el culto por la sencillez. Un profesor sinólogo de Roma llegaba hasta afirmar: “Si san Francisco de Asís hubiese nacido en China, sería considerado como un gran taoísta, porque en él se hallan realizadas todas las grandes aspiraciones taoístas en el sentido más elevado y más completo”.

            El taoísmo, sin embargo, apenas ha contribuido a incitar al alma china a la búsqueda de bellos sitios para venerar allí a María. La influencia del budismo es muy otra.

            …El budismo es en China tan antiguo como el cristianismo en Europa. Ahora bien, entre las divinidades de China, existe una diosa por nombre Kuan-Yin, que evoca nuestra Virgen María. En sus comienzos no había divinidades en el budismo. Kuan-Yin fue introducida posteriormente. No se sabe con seguridad si se trataba de una mujer o de un hombre divinizado. Pero en la práctica común, Kuan-Yin ha llegado a ser la diosa más popular en el budismo, la madre de los pobres y de los abandonados.

            He aquí la leyenda: Kuan-Yin era la hija de Miau-Chang-Lan, rey de Shelin. Desde su juventud, ella deseaba consagrarse a la vida monástica, y habiendo vencido la oposición de su padre, entró en el convento de Lan-Shu-Shien. Posteriormente su padre la recobró, pero no pudiendo lograr hacerle llevar una vida profana, ordenó que fuera estrangulada. El alma de Kuan-Yin, después de haber descendido a los infiernos, volvió a tomar posesión de su cuerpo y, resucitada la joven, fue milagrosamente transportada a la isla de P'OTO. Algunos años más tarde, habiendo enfermado su padre, Kuan-Yin cayó en su casa y para curarlo, sacrificó sus propios brazos. Su padre conmovido, ordenó entonces le erigieran con gran honor “una estatua con manos y pies perfectos”. Y fue así como se construyó la estatua de Kuan-Yin. Ella es la diosa de la piedad y de la bondad, y ordinariamente se la representa sentada sobre una flor de loto.

            Delante de esta figura femenina, los budistas chinos se prosternan ofreciéndole sus homenajes, pidiéndole verse libre de sus males. Particular-mente las esposas estériles vienen a implorar el nacimiento de un hijo que, recree el hogar.

            La costumbre tan difundida de venerar esta diosa, no ha podido menos que facilitar la introducción de la devoción a la Santísima Virgen, pues los chinos más pronto tradicionalistas, y en guardia contra toda novedad, hallarían, abriéndose a la luz de la fe, una figura femenina, y cuánto más bella que la de Kuan-Yin, la sonrisa de la Virgen María, y sobre todo su sonrisa maternal.

            En efecto, los católicos chinos veneran ante todo a Nuestra Señora, porque Ella es la “Madre” que comparte nuestros dolores y nuestras alegrías, y nos guía en nuestra vida cotidiana.

            Aquí tocamos un punto importante de la psicología religiosa de los chinos a propósito de la Santísima Virgen. Ella es “nuestra Madre”. Y encontramos aquí la tradición confucianista, tercer y capital elemento de patrimonio cultural chino.

            En Europa, María es llamada “la Virgen” más frecuentemente que “nuestra Madre”. En China, al contrario, el vocablo preferido es el de “nuestra Madre”. Aún llegará a traducirse: Ntra. Sra. de Lourdes o de Fátima, por “Sta. Madre de Lourdes y de Fátima”. Luego se trata aquí, no de un asunto de terminología y de costumbre, sino de un hecho de importancia capital, y que no puede comprenderse sino cuando se conoce el papel de la piedad filial enseñada por el confucianismo.

            Mientras los padres viven, sus hijos trabajan para asegurarles la comodidad y el descanso. Después de la muerte de los padres, los hijos continúan presentando ofrendas a su memoria. Si se pregunta a un chino por qué practica y cultiva las virtudes, él responderá que procura glorificar el nombre de sus padres. Si se quiere dar una advertencia severa a un chino
que no marcha por el buen camino, es preciso decirle que tenga cuidado de no manchar la memoria de aquellos que le son caros. A los ojos de un chino, la dignidad más sublime está representada por el Cielo, que para él es ya un Ser Supremo personificado, pero como el cielo está muy distante de los hombres, son los padres quienes se lo representan; así, los hijos veneran a sus padres como a los representantes del Cielo.

            …Esta piedad consiste sobre todo en un respeto afectuoso. Ella es por excelencia a base de caridad. Enseñada desde las primeras edades de la historia y practicada sin interrupción en el curso de largos siglos, ella corre por las venas de los chinos como la sangre.

            Esta piedad familiar de los chinos, impone a los niños una obligación que va más lejos, si se quiere, que aquella que impone el IV mandamiento. En China un hijo permanece siempre hijo, aún a los 60 años, y conserva por este hecho la obligación de obedecer a sus padres y de servirles. Toda su vida está ordenada al servicio de sus padres. “Honrar a sus padres” es el pensamiento constante de los chinos y el motivo principal de toda acción buena y heroica. Es la llama que arde en los corazones y estimula las energías.

            Si en la sociedad la mujer desaparece, en la familia, por el contrario, ella reina. La dueña de casa goza de toda su autoridad, es objeto de un gran respeto, y es cerca de ella donde los niños buscan consejo para la vida cotidiana, y sólo con su aprobación toman los hijos la decisión de un negocio importante. La madre china es verdaderamente el árbitro supremo del hogar en el cual ella conserva siempre su influencia y autoridad. Una palabra suya puede traer a sus pies al hijo, aunque sea primer ministro.

            La piedad filial, fuente de todas las virtudes, lazo de perfección, y que se expresa por una veneración afectuosa, debía pues, naturalmente, constituir la base psicológica del culto mariano.

            Es natural en efecto, que esta ideología china acerca de la piedad filial con todo lo que encierra de afecto confiado hacia la madre, haya; venido a aplicarse a la devoción a la Santísima Virgen. Recurrir a la “Santa Madre”, venerar su persona, invocar su ayuda, presentarle homenajes filiales, o manifestarle un afecto muy especial… todo parece normal a los chinos que son católicos.

            Tales son los elementos psicológicos que son más propios del alma china: que del alma occidental, y que dan a la devoción de los católicos de China, hacia María, su nota específica.

(Por un sacerdote chino; traducido de Ultramare por las RR. HH. de la Presentación, Bogotá).

Tomado de la Revista Regina Mundi núm. 4.



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