jueves, 12 de octubre de 2017

Las preces de la iluminación



Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana.


Las tesis expresadas por don Marco Suárez ante el redactor descubren matices inexplorados de los hechos que  presidieron el tejido histórico de un milagro que no detiene la dinámica del asombro.

El tema propuesto, para esta ocasión, indaga sobre la búsqueda de María Santísima en un sitio abandonado adonde nadie iría. Doña María Ramos dio un ejemplo de esa conducta tan poco usual en su época y en el presente.

Las preguntas de María Ramos a la Virgen María se convirtieron en una oración suplicante que gestó un prodigio: “¿Hasta cuándo, Rosa del Cielo, habéis de estar tan escondida? ¿Cuándo será el día en que os manifestéis y dejéis ver al descubierto, para que mis ojos se regalen en vuestra soberana hermosura, que llena de gustos y alegrías mi alma?” 

El encuentro, entre la devota y la Virgen, lo explicó Suárez de la siguiente manera: “Lo primero que hizo ella fue restablecerle su trono (colgó el lienzo, cuando lo encontró, en la choza-capilla de los aposentos de Chiquinquirá) para visitarla, contemplarla y  orarle.

Lo segundo fue aceptar la ausencia de la imagen de María en el cuadro.  Y luego dio inicio a la tarea que, de manera oculta, Dios tenía preparada para ella: confiar, amar, suplicar, llorar, persistir y orar.

La tercera parte es cuando entró en la intimidad con María Santísima. En ese punto hay una conexión poco común. La seguridad de saberse escuchada. Eso me hace acordar de una cita bíblica, la del ciego al que preguntó Jesús: ‘¿qué quieres que haga por ti?’ (Marcos 10-51). Y él responde: que vea Señor y así ocurrió. Si María Santísima le hubiera hablado a Ramos, posiblemente le hubiera preguntado: ‘¿qué quieres que haga por ti, hija mía? Y ella le habría respondido: quiero verte, madre mía’.

Ramos, en medio de la incertidumbre, pudo confiar y por su fe logró ser escuchada, fue atendido su deseo: lo oculto se hizo visible y lo lejano, cercano. No solo para ella, sino para todos los hijos e hijas de la Madre de Dios. 

Por eso, hablar de la historia del milagro sin analizar los acontecimientos que vivió María Ramos es un grave error. Gracias a Dios que nos permite reflexionar, escribir y compartir estos datos que enriquecen la crónica de la advocación de nuestra Madre del Rosario de Chiquinquirá.

Además, en la mayoría de las manifestaciones de la Santísima Virgen, es Ella quien toma la iniciativa de mostrase. Escoge el lugar, las personas, la fecha y la manera. En el caso del lienzo de la Virgen de Chiquinquirá no ocurrió así. Al contrario es María Ramos la que se encargó de buscarla. María Ramos es quien le habló a la Virgen y no Ella a Ramos.  María es quien le pide y la Virgen escucha en silencio. María Ramos cumplió con la misión de orar y la mariofonía se presentó. Me llama mucho la atención este suceso y lo que aprendemos de él. Del lienzo se ha encargado Dios y de nosotros se encarga nuestra madre desde el lienzo.

Ramos buscó encontrarse con María Santísima, pero en medio de esa acción halló a una María oculta. Intento pensar en las palabras de Ramos: ‘Madre mía, te he estado buscando para que me hagas compañía en mis oraciones y no puedo verte, pero a pesar de tu aparente ausencia te pido que me acompañes y que algún día me permitas contemplarte, para tenerte la dicha de tu presencia’ ”. Finalizó Suárez.


Marco, con sus planteamientos, enciende una luz en la tierra de la iluminación. La lámpara invita a seguir en la investigación  marilógica que requiere escudriñar en los hechos previos, causa irrefutable de un portento, que se renueva en la devoción de un pueblo mariano.

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