Por Julio Ricardo Castaño
Rueda
Sociedad Mariológica
Colombiana
“Hagan lo que Él les diga”. Jn 2,5
La expresión María Corredentora,
título y dogma, rompe las tesis de la Mariología contemporánea y se incrusta en
la voluntad del Omnipotente.
El fiat de la doncella de
Nazaret permitió que la Sierva del Señor se convirtiera en Madre de Dios. La
encarnación del Verbo reclamó con la voracidad del amor divino la carne y la
sangre maternas para redimir a la raza de Adán.
El virginal seno fue trasformado en el sagrario del Altísimo, altar del
Redentor.
La inmensidad omnímoda no
se sació con la indisoluble gestación. Deseaba una subvención aún mayor. La
humildad del Salvador se sometió, en un acto glorioso de amor al Padre, al
aprendizaje mariano sobre el cómo ser hombre. Oficio de bendición, escuela de
María.
Y la obediencia de la
Inmaculada al plan de salvación continuó su tercera fase de labor cooperativa.
En las bodas de Caná, la Madre del Buen Consejo sentó cátedra al defender la vivencia
del Evangelio a la letra, mandamiento atemporal. Es el consentimiento libre,
eterno y dispuesto al acatamiento de la Palabra. Sometimiento subordinado al trauma
en el Calvario, Virgen oferente. Testigo fiel de la pasión, muerte y
resurrección de Cristo Libertador, Reina de los Mártires.
El auxilio de María, en su
dócil contribución al misterio de la revelación, sostuvo a la Iglesia naciente
entre la Ascensión y Pentecostés. El Arca de la alianza cumplió su misión
corredentora porque “el Poderoso ha hecho obras grandes por mí”. (Lc 1, 49).
Bendita sea la Santísima Virgen María. Y vendidas las manos que escriben tan sublimes palabras!
ResponderEliminar¡Salve María!
Gracias, bendiciones
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