miércoles, 26 de septiembre de 2012

Oración de gratitud, del pecador a María

¡Oh Madre!, toda bondad, de Aquel que ha dicho: “No son los sanos los que tienen necesidad de médico” y en otro lugar: “¡Perdonad hasta setenta veces siete veces!” ¿Cuándo, pues, podrán nuestras recaídas agotar vuestro poder o la ternura de vuestros cuidados? Vos vais a buscar, según vuestro devoto san Buenaventura, al pecador rechazado por todos; vos le abrazáis, le dais calor y no os permitís punto de reposo hasta que le habéis curado. Yo soy vuestro enfermo, salvadme. “Tuus sum ego, salvum me fac”. Este será todos los días de mi destierro mi grito de esperanza. Mientras más me acuerde de mis caídas pasadas, más os recordaré a Vos misma que habéis tenido el poder y la bondad de levantarme de ellas, y que no habéis perdido ni el uno ni la otra. Esto me asegura más de que no me abandonaréis a la mitad de mi curación.

Mi gratitud por vuestros cuidados y el deseo de manifestar vuestro poder me ayudarán a seguir vuestros consejos. Os amaré, os glorificaré porque me habéis sacado de muy abajo. En fin, en el cielo, al tomar tímidamente mi sitio en el número de los que os deben su salvación, porque en sus miserias han puesto toda su esperanza en Vos, seré vuestra gloria, como el enfermo es la gloria del médico que le ha arrancado de las puertas de la muerte, no una vez, sino muchas. Entonces, y éste será el mayor provecho que haya sacado de la gracia, mis faltas mismas se convertirán en el pedestal de vuestra glorificación, al mismo tiempo que el trono de vuestras divinas misericordias que quiero eternamente conquistar: “Misericordias Domini in aeternum cantabo”. ¡Amén, amén, amén!
Padre José Tissot
Tomado de la Revista Regina Mundi


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