jueves, 28 de septiembre de 2017

Chiquinquirá, una manifestación para los humildes.


Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

La regeneración del lienzo de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá está integrada a un acto del ingenio divino. El Creador escogió las variables del tiempo para ejecutar una constante: el milagro de la renovación de la pintura de Alonso de Narváez.

El don de sus gracias rompió con las leyes de la física y edificó sobre una choza, oratorio de viudas, la Villa de los Milagros.

La acción histórica que engendró, en el vientre de María Santísima, la evangelización en el Nuevo Reino de Granada, consta de tres fenómenos y tres revelaciones que fueron consignados por los investigadores según las declaraciones de los testigos.

La restauración del cuadro ocurrió en quizás escasos siete segundos, tiempo que empleó María Ramos en levantarse de su oratorio, girar y caminar unos pasos hacia la puerta. Allí se enteró del ocaso de la idolatría en esas tierras doctrineras.

Al unir la renovación con la revelación se puede estudiar el binomio de las trilogías que transformaron la cosmogonía muisca en una peregrinación de fe.

La primera trilogía, los sucesos maravillosos.

1). Los nudos de la cabuya, que sostenían el bastidor, se desataron sin intervención humana.

 “…Como fue la dicha Catalina García de Irlos y Ana Domínguez, mestiza de su servicio, y otras personas por ver y certificarse si la dicha cabuya donde estaba atada y colgada de la dicha imagen se había quebrado la una e la otra del que estaba pendiente o la que estaba en la pared donde estaba atada la vieron desatada sin quebradura ninguna…” Declaración de María Ramos, el 10 de enero de 1587. Ante el cura Juan de Figueredo y el escribano de Su Majestad Diego López Castilblanco. Aposentos de Chiquinquirá.

Ramos en su ampliación del testimonio, el 12 de septiembre de 1587, reafirmó el uso de las ataduras. “…Y porque no cayese de el altar el bastidor de la dicha imagen, esta testigo le había hecho atar muy fuertemente con una cabuya recia, nueva, con cuatro o cinco coñudos que le dieron…”

Juana de Santana (viuda), mujer que fue de Juan Morillo, afirmó sobre el desamarre: “…Y vieron a la Sacratísima Madre de Dios, Señora mía, que se había desatado de donde estaba atada y bajado del altar…” Las dos mujeres declararon en la misma fecha ante el cura y vicario de la Iglesia Mayor de la Villa de Nuestra Señora de Leiva, Jerónimo de Sandoval y Andrés Rodríguez, notario. Aposentos de Chiquinquirá.

2). El bastidor descendió hasta el sitio donde oraba Ramos.

 “…Y la dicha imagen, cuando esta testigo la vido en el suelo, estaba desviado el altar en lo bajo del suelo como dos pasos del altar donde siempre y de ordinario se pone la dicha María Ramos a hacer oración…” Declaración de Juana de Santana, el 10 de enero de 1587. Aposentos de Chiquinquirá.

3). El cuadro renovado permaneció en el piso sin caerse.

“…Pasó una india cristiana llamada Isabel, del servicio de Martín López, residente en Muzo y dio voces diciendo: ‘Mira señora que está allí la Madre de Dios en tu lugar en el suelo parada sin que nadie la tuviese’…” Declaración de María Ramos, el 10 de enero de 1587.

La segunda trilogía, la revelación.

El signo se les reveló a los sencillos de forma sorpresiva, pero en orden ascendente a las jerarquías sociales imperantes en la época. El niño Miguel, le dio la noticia a su madre, la india Isabel. Y esta, a su vez, le indicó a María Ramos lo que ocurría.

1). El niño Miguel, primer testigo.

“…estando esta testigo en estos aposentos de Chiquinquirá iba pasando por la puerta de la capilla donde está una imagen de Nuestra Señora en el altar y llevaba esta testigo un niño mestizo llamado Miguel, por la mano, de edad de cuatro o cinco años al parecer, y el dicho niño le dijo al pasar de la puerta de la dicha capilla, madre, mira que la Madre de Dios está en el suelo…

2). Isabel de Turga ratificó el prodigio.

… y así volvió a ver hacia el altar y vido como la dicha imagen de Nuestra Señora estaba en el suelo parada, recostada un poco sin que nadie la tuviese

3). María Ramos probó el fruto de sus preces.

 …Y esta testigo dijo a María Ramos, mujer de Pedro de Santana, que iba saliendo de la dicha capilla, señora mira, que la Madre de Dios está en el suelo, y entonces la dicha María Ramos volvió y fue corriendo y tomó la dicha imagen y se abrazó con ella dando voces y llorando…” Declaración de la india Isabel, natural de Turga, el 10 de enero de 1587.

El proceso canónico siguió bajo el prudente juicio del arzobispo de Santafé de Bogotá, Luis Zapata de Cárdenas. El prelado, un metódico inquisidor, no ahorró esfuerzos para demostrar la verdad de lo ocurrido en los Aposentos de Chiquinquirá, encomienda de Catalina García de Irlos, el día de san Esteban Protomártir. Año del Señor de 1586.

Los indígenas vivieron la tercera trilogía que cerró el capítulo de la renovación de la imagen de la Virgen de Chiquinquirá. Esa triada está compuesta por los primeros sacramentos: bautismo, confesión y comunión.


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